“Bajo el lema «Ahora es el momento: las activistas rurales y urbanas transforman la vida de las mujeres», la celebración de 2018 se sumará a un movimiento mundial sin precedentes por los derechos, la igualdad y la justicia de las mujeres. El acoso sexual, la violencia y la discriminación contra las mujeres han acaparadolos titulares y el discurso público, con una creciente determinación a favor del cambio.”
Organización de las Naciones Unidas
Quizás algunos recuerden la historia, lo más seguro es que la mayoría piense que el Día de la Mujer es otra fecha más de Saga o de Ripley para vender productos de la sección damas; el hecho es que a lo largo y ancho del orbe el Día Internacional de la Mujer conmemora las luchas de más de un siglo por la igualdad de género desde la perspectiva de los derechos civiles, políticos, económicos y finalmente, humanos.
A algunos el tema del feminismo suele sonarle a exageración. Pero los más de veinticinco siglos de exclusión de la Mujer de la vida política y económica no son precisamente un antojo matutino o una excusa hormonal. A veces es difícil para muchos comprender, o incluso asumir la minusvalía a la que las mujeres, en su mayoría son condenadas por una sociedad machista. El machismo suele estar tan internalizado culturalmente que hasta muchas mujeres tienden a fortalecerlo en la formación de sus hijos, nietos, sobrinos; en sus relaciones laborales o sociales.
El silencio ha sido por excelencia el arma clave de la discriminación. Soportar el golpe, el insulto, la manipulación económica, la exclusión política, la autoexclusión.
Latinoamerica ha sido y es uno de los escenarios más violentos para la mujer. Las cifras dan fe de ello. En los países de América Latina y El Caribe, las tasas de violencia sexual infligida por la pareja fluctúan entre un 5% y 15%. Según el Observatorio de Seguridad Ciudadana de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Y yéndonos a lo específico en la región... “Venezuela es uno de los países que muestra cifras más altas de violencia contra la mujer. Se calcula que 40% de las mujeres venezolanas han sido, son o serán víctimas de algún tipo de violencia. Es decir: 4 de cada 10”, explicó Beatriz Borges, directora de la ONG Cepaz. Esto pese a tener un marco normativo que debería haber disminuido los casos al haber tipificado prácticamente todos los tipos de violencia física, psicológica, económica, institucional... Pero el problema esencial es la falta de confianza en el sistema policial y judicial, así como las opciones de albergue para que la mujer pueda salir del ciclo de la violencia.
La OMS, por su parte, señala que "Etiopía, Bangladesh, Perú, Tanzania, Tailandia, Samoa, Namibia, Brasil, Serbia y Montenegro y Japón son los países con los más casos de violencia sexual perpetrada por la pareja en mujeres mayores de 15 años"Listado alarmante para que el Perú pertenezca. Hablamos de que 62% de las mujeres del Perú provincial y 50% del Perú urbano han sido víctimas de violencia por su pareja alguna vez. 47% y 23% respectivamente, víctimas de violencia sexual por su pareja. Y 25% y 17% víctimas de violencia física en los últimos 12 meses. Esto quiere decir que de cada 10 mujeres 2,5 en provincias y 1,7 en las ciudades está siendo atacada anualmente, por su propia pareja.Pero además, 28% de las mujeres embarazadas en provincia son víctimas de agresiones físicas por los padres de sus futuros hijos.
Como mujer, venezolana radicada en Perú ver a los dos países que son de una forma u otra mi hogar en estas listas es indignante. Según el Observatorio de Seguridad Ciudadana de la Organización de Estados Americanos (OEA), en América del Sur los países con mayores casos de violencia sexual son Bolivia, Perú y Brasil, respectivamente. Sabemos que Venezuela adolece de muchas cifras, más porque habiendo sido yo parte del Comité Ejecutivo Seccional de Amnistía Internacional,pude ver de cerca cómo la violencia de género dejaba huella, sin castigo. Hemos visto en Perú cómo las marchas de Ni Una Menos han puesto el tema sobre el tapete, pero aún hay muchísima tela que cortar.
Este 8 de marzo es el momento de reflexionar. No es una celebración. Es un llamado para actuar en post de mejorar las condiciones de vida y las brechas que hacen que un altísimo porcentaje de mujeres estén en minusvalía de hecho y derecho frente a una sociedad que pareciera aún no superar las taras de un orden ya obsoleto por irracional. Hablo de capacitaciones laborales, becas de estudio, oportunidades laborales, legislación que, como la sancionada en diciembre del año pasado en el Perú, establezca bandas salariales que mitiguen la conducta discriminatoria.
Falta mucho para poder celebrar. Eso sí, cada paso cuenta. Lo primero es estar conscientes del reto, del salto, para tomar el impulso necesario.