Punto de Encuentro

DE TOLÓN TOLÓN A TONTÓN TONTÓN

Es probable que una de las canciones más divulgadas en pasados tiempos era la de la vaca lechera. Rezaba más o menos así: Tengo una vaca lechera. No es una vaca cualquiera. Me da leche condensada. Ay que vaca tan salada. Tolón tolón, tolón tolón”

Pue bien, es probable que, gracias a la tozudez de algunos parlamentarios, no volvamos a entonar la antiquísima canción, pues ya no tendremos la vaca lechera, no proporcionará ni leche evaporada y menos condensada, simplemente se matará la industria láctea en el Perú. A dicho resultado, por la impericia legislativa y el desconocimiento de la realidad, aunado al error, bien podríamos sustituir el coro “Tolón tolón, tolón tolón” por el de “Tontón tontón, tontón tontón”, en honor a algunos parlamentarios cortos de neuronas.

He superado los tres cuartos de siglo, y desde la infancia hemos consumido leche evaporada, que no es otra cosa que quitarle el agua a la leche, en los centros de acopio, para transportarla a menor costo a los centros de procesamiento, y en ésa forma, no encarecer el precio al consumidor final. 

Eso que es tan simple de entender, pues no lo comprenden muchos de nuestros “padres de la patria” con los que el electorado irresponsable nos ha castigado, rogando a Dios que en el futuro puedan escoger mejor representación parlamentaria.

Lo peor es que hemos entrado en una vorágine de regulaciones intrascendentes que lo único que hacen es atentar contra la economía, contra los distintos modelos de negocio, y porque no decirlo, en el fondo afectando a los consumidores, a quienes se suponen las normas tratan de proteger. Muchas veces el exceso regulatorio es tan dañino como el error en la regulación.

Tenemos también las erráticas resoluciones de INDECOPI haciendo leña y pabilo a un modelo de negocio exitoso que ha proporcionado al público en general, un nuevo entretenimiento como es la exhibición cinematográfica con el consumo de bebidas y ciertos alimentos, entre ellos la ya famosa “canchita”. Esto a su vez ha sacado al INDECOPI del pequeño archipiélago de excelencia en que lo teníamos ubicado.

Y, como si fuera poco lo expuesto, se atenta contra nuestro derecho ciudadano, constitucional y humano de estar informados, al prohibirse la publicidad estatal en los medios privados, con lo cual en la práctica se querría reducir al ciudadano a la ignorancia sobre muchísimas de las acciones y promociones que debe realizar el Estado para el buen ejercicio de sus funciones.

No podemos regresar a las épocas de la regulación excesiva y nociva, propia de un Estado socializante. Ello ya nos pasó factura, y se ha ido componiendo en las últimas tres décadas al comprender que solamente habrá bienestar y elevación de los niveles de vida, si es que hay trabajo, y para que él exista es indispensable la inversión privada, que solo se dará si hay estabilidad normativa y tributaria, además de tranquilidad interna. No afectemos lo que ya constituye nuestro patrimonio ciudadano.
 

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