Punto de Encuentro

Desmoronamiento institucional e impunidad.

14 Noviembre, 2018

Alberto Bajak

Diariamente, vemos, como se fragmenta y autodestruye la clase política peruana, llena de odios, acusaciones, mentiras y encubrimiento, salpicados de delitos configurados en un solo estigma: el robo al pueblo, que ellos mismos decían defender. Los partidos políticos se han convertido en cueva de ladrones cuando deberían ser las organizaciones más pulcras y transparentes para alcanzar gobernanza local o nacional. La peor diatriba que pudimos darles hace algún tiempo en una columna, fue que los partidos, eran un asilo de dinosaurios y plataforma de desempleados que llegaban a incorporarse a una milicia, solo para conseguir un puesto pequeño de poder, o un empleo. Ahora son redes criminales con raíces profundísimas.

Se han transformado en organizaciones delictivas, bandas, donde el cabecilla o “capo” es el jefe del partido, los “lugartenientes” son sus amigotes o abogados de confianza, los militantes son “portátil de autodefensa” y donde la mafia enquistada se perenniza populistamente regalando dadivas a un pueblo acostumbrado al pisco y a la butifarra y tapers de comida barata.

La Cleptocracia está institucionalizada y la Lumpen societatis, accesando libremente entonando irónicamente la clásica de Platón: “El precio de desentenderse de la política es el de ser gobernado por los peores hombres”. Montesquieu decía lo mismo y ninguno se equivocó. La repelencia humana disfrazada de “militancia” se inserta y se sincretiza en las organizaciones políticas para alcanzar puestos de poder. Ladrones maquillados de políticos.

Por ello, tanta división, pleitos y reyertas partidarias. No es el debate doctrinario, ni la discrepancia ideológica, ni la retórica confrontacional elegante, ni los gustos por bloques o tendencias internas lo que nos hace discrepar, sino el afán subrepticio de pelear por una cuota inmunda partidaria, para que al llegar a tener alguna influencia, dominio o autoridad posterior, succionemos discrecionalmente los dineros públicos con un mensaje anticorrupción dádivas, por doquier y haciéndonos los buenitos ante la población, revistiendo mediante artificio y negación hartas fechorías y robos que se descubrirán tarde o temprano, solamente por “colaboradores eficaces” o “testigos protegidos” terminando una pestilencial trayectoria con prisiones preventivas, en sucias cárceles, o huyendo como roedor al extranjero, llorando a mares como “perseguido político”.

En la configuración del poder se institucionaliza la corrupción y sus hijos predilectos, como el cobro de cupos, nepotismo, cohecho, tráfico de influencias, el “diezmo” de obras públicas, el peculado, el robo, el hurto, el desvío de dinero negro a cuentas bancarias secretas en paraísos fiscales, o lavado de activos con testaferros en propiedades o universidades societarias, que quedan en la tierra del olvido, recubiertos, escondidos y guardados bajo esta maldita palabra: impunidad. Si el Poder Judicial, que es la esfera de justicia instrumental se encuentra podrida y altamente contaminada, que le puede esperar a la Nación?

 

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