Punto de Encuentro

¿TIENE FUTURO LA DEMOCRACIA? (PRIMERA PARTE)

  • Rafael Rodríguez Campos

Para responder a esta pregunta, tomaremos como referencia el libro escrito por Norberto Bobbio a mediados de la década de 1980, titulado “El futuro de la democracia”, una obra que reúne una selección de textos que el autor escribió a lo largo de los años sobre las llamadas “transformaciones de la democracia”.  

¿Por qué leer hoy “El futuro de la democracia”?

Como lo señala el propio autor: “Todos los textos reunidos en este libro tratan problemas generales y elementales. Están escritos para un público que se interesa por la política, y no para los especialistas. Son textos que en otros tiempos se habrían llamado de filosofía popular. Los mismos que han sido elaborados a partir de una preocupación esencial: hacer descender la democracia del cielo de los principios a la tierra donde chocan fuertes intereses, a partir de un lenguaje claro y sencillo”.

Una definición mínima de democracia

Ahora bien, antes de pasar a exponer las principales críticas que el autor hace al modelo de democracia, señalando los obstáculos que todo régimen democrático debe sortear en su proceso de consolidación y profundización, es necesario hacer una precisión conceptual en torno al término “democracia”.

Para el autor, la única manera de entenderse cuando se habla de democracia, contrapuesta a todas las formas de gobierno autocrático, es considerarla como un “conjunto de reglas fundamentales que establecen quién está autorizado para tomar las decisiones colectivas y bajo qué procedimiento”. Una definición de corte procedimental, que ha sido duramente criticada por quienes adoptan un enfoque más sustantivo (Guillermo O’donnell, por ejemplo).

Seis grandes críticas al modelo ideal de democracia (o las falsas promesas)

Como ya lo anticipamos, para el autor, existe una gran diferencia entre la democracia ideal y la democracia real. Esto hace, que con la democracia ocurra algo que es frecuente en la historia de la humanidad: “Aquello que fue concebido como noble y elevado se ha vuelto una cruda realidad, así Grecia se volvió Roma, como la Ilustración rusa se convirtió en la Revolución rusa”. Esto nos obliga a marcar el contraste entre lo que había sido prometido y lo que se realizó efectivamente. Por eso a continuación resumiremos las seis grandes críticas al modelo ideal de democracia (las falsas promesas) que se exponen en este libro:

Primera: El individuo no es el actor central

La democracia ideal nos prometió que serían los individuos los actores centrales de la vida política de la nación. Sin embargo, lo que ha sucedido en los estados democráticos es exactamente lo opuesto: los grupos se han vuelto cada vez más los sujetos políticamente relevantes, organizaciones, asociaciones, sindicatos, partidos y conglomerados empresariales son los verdaderos protagonistas en una sociedad democrática, en la que ya no es el pueblo o la nación quienes detentan el poder político último, sino más bien es el pueblo dividido en grupos, que compiten entre ellos, los encargados de ejercer el poder real. En otras palabras, se pasó del modelo ideal de sociedad monocéntrica o centrípeta a la realidad de una sociedad policéntrica o poliárquica.

Segunda: El ideal representativo

La democracia ideal se construyó sobre la base del ideal representativo (en oposición a la idea de mandato imperativo), es decir por una forma de representación en la que el representante elegido se convierte en guardián de los intereses de la nación y no en representante obligatorio de los intereses de quienes lo eligieron. Sin embargo, la cruda realidad democrática nos dice que no hay principio constitucional más violado que el denominado gobierno representativo. ¿O es que existe algún criterio general que permita distinguir el interés general del interés particular de este o de aquel grupo, o de la combinación de intereses particulares de grupos que se ponen de acuerdo entre ellos en detrimento de otros?

Tercera: La competencia de las oligarquías

La democracia ideal nos ofreció igualdad entre todos los ciudadanos, bajo la convicción de que no había nada más dañino para la vida cívica de una sociedad que el poder oligárquico capaz de poner a su servicio al Estado y a sus representantes. Sin embargo, lo que caracteriza a la democracia real no es la ausencia de una élite sino la presencia de muchas élites que compiten entre ellas por la conquista del voto popular (producto de la profesionalización de la política y también de la indiferencia de la mayoría de los ciudadanos por los asuntos públicos). Entonces: ¿La democracia es el gobierno de los ciudadanos o de las élites organizadas?

Cuarta: Los espacios de poder

La democracia ideal buscaba ocupar todos los espacios en los que se ejerciera el poder político. Sin embargo, la democracia real ha mostrado que además de no haber logrado derrotar totalmente al poder oligárquico mucho menos ha conseguido penetrar en todas las áreas en las que se ejerce un poder capaz de tomar decisiones que se vuelven obligatorias para un completo grupo social. En otras palabras, cuando deseamos conocer si la democracia se ha desarrollado en un determinado país, se debería investigar no si aumentó o disminuyó el número de quienes tienen derecho a participar en las decisiones que les atañen, sino los espacios en los que pueden ejercer ese derecho. ¿Cómo democratizamos a la empresa? ¿Cómo democratizamos a la Administración Pública? Mientras ello no ocurra el proceso de democratización no podrá considerarse realizado plenamente.

Quinta: El poder invisible

La democracia ideal prometió acabar con los poderes invisibles, con ese poder que desde las sombras era capaz de manipular a quienes debían tomar las decisiones en nombre de los ciudadanos de toda una comunidad. Sin embargo, la democracia real no ha sido capaz de frenar el poder oscuro de las mafias, el narcotráfico, los servicios secretos no controlados, la subversión, entre otros. Por tanto, si quienes deben controlar y velar por el bien común se encuentran severamente influenciados por el poder de estos grupos, ¿Quién evitará que los representantes de la comunidad política no se pongan al servicio de los intereses de estos grupos que actúan desde las sombras?

Sexta: La educación y la virtud cívica

La democracia ideal se construyó bajo la idea de que la única manera de hacer que un hombre deje de ser súbdito para convertirse en ciudadano era atribuirle aquellos derechos que le permitieran desarrollar actividad cívica, y que para ello era imprescindible que los ciudadanos recibieran una educación para la democracia que los convirtieran en sujetos activos y no pasivos del proceso político, pues los gobernantes (sobre todo los despóticos) prefieren a los ciudadanos pasivos porque es más fácil tener controlados a súbditos dóciles e indiferentes que a ciudadanos cívicamente activos. Sin embargo, la democracia real nos viene demostrando que lo que se impone en el mundo actual no es la relación “Ciudadano Activo/Informado-Voto de Conciencia Cívica”, sino más bien la fórmula “Ciudadano Pasivo/Apático-Voto de Clientela”. Entonces: ¿Cómo alcanzar el ideal republicano cuando la apatía reina en la ciudadanía?

Nota: sobre los obstáculos de la democracia y los modelos que la misma presenta escribiremos en la próxima columna.

 

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