Punto de Encuentro

Inga y Mandinga

La muerte de George Floyd ocasionada por un policía ha puesto sobre el tablero la discriminación y el racismo en varias partes del mundo. Perú no fue la excepción y en redes sociales salieron mensajes de apoyo hacia la comunidad afrodescendiente. Pero, ¿Cómo hubiese reaccionado nuestra sociedad si la muerte de George Floyd hubiese ocurrido aquí?

El racismo y la discriminación en el Perú son temas, cuando menos, complejos. La I  Encuesta Nacional de Percepciones sobre Diversidad Cultural y Discriminación Étnico-Cultural (2017), reveló que 55% de las personas se identifica como mestizo. Curioso porque el mestizaje, por definición, es el resultado de la unión de diferentes etnias. Es decir, nuestra mayor autoidentificación actual es la combinación de culturas y no una en sí. Aunque ahora ya construímos una de ambigua posición frente la discriminación (o en última instancia frente sí misma): Una semana niega la discriminación lingüística, la posterior adhiere prejuicios peyorativos a ambulantes, y la siguiente se posiciona mediáticamente en lucha por una manifestación anti racismo.

Una persona mestiza puede ser fruto de miles de distintas diversidades. Pero los hijos o hijas de tales parejas siempre serán mestizos. Lo que complicaría la consolidación de una identidad peruana.

Otro dato interesante de la encuesta citada, es que solo el 8% se considera a sí mismo racista, frente el 53% que considera a los peruanos como racistas en general. Esto por una parte delata la normalización de la conducta prejuiciosa y excluyente, y por la otra que siempre es más fácil hablar del otro que de uno. El otro es racista, no yo.

En nuestro contexto, es complicado atribuirle a un grupo social particular el ejercicio del racismo. Una expresión de ello sería que durante los últimos 20 años han habido protestas sociales contra la corrupción, la Ley Pulpín, la corrida de toros, entre otras, y no en contra la discriminación racial. Pues, ¿A quién le reclamaríamos? Posiblemente a alguien cercano, o uno mismo. En Perú, los ladrillos que construyen la diferencia, la otredad, serían lo socioeconómico y lo cultural, no principalmente lo fenotípico o lo racial. Bajo estos dos últimos conceptos, seguro nadie podría discriminar: Quien no tiene de inga, tiene de mandinga.

Por último, el lugar donde más se percibe la discriminación son los hospitales públicos o las postas médicas (22%), información especialmente grave por la coyuntura. De forma lamentable, poco se puede esperar en un país donde las políticas públicas también relucen la desigualdad sociocultural. Por ejemplo, el abandono y la no mirada del ejecutivo hacia las comunidades amazónicas o indígenas se refleja en que la comunidad shipibo-conibo en Cantagallo tiene entre 70% y 80% de sus miembros infectados.

 

NOTICIAS MAS LEIDAS