Punto de Encuentro

Sobre las masas

Jimena Guevara

El libro “Psicología de las masas y análisis del yo” de Sigmund Freud da luces para entender psicológicamente el fenómeno de marchas que hemos visto las últimas semanas.

Un punto interesante es comprender el origen de los sentimientos de hostilidad, los cuales tuvieron una presencia innegable en estas protestas. Para eso, primero hay que aclarar que para el psicoanálisis todo vínculo tiene una cuota de sentimientos de hostilidad por debajo.

En las relaciones de pareja, amistad, trabajo, y demás, la cercanía y la proximidad de la cotidianeidad da pretextos para aquellos sentimientos que al final son reprimidos o sublimados. Sin embargo, con personas desconocidas o con quienes no hay una relación cercana, la hostilidad tiene otra explicación.

Cuando se crea una opinión, una narrativa o un grupo cohesionado por una causa, automáticamente aparece una antítesis que se comprende y se ubica como lo distinto o lo opuesto. La agresión sin censura hacia lo distinto encubre una hostilidad que tiene su raíz en el narcisismo. Este narcisismo hace que se interprete la crítica y/o disidencia como un peligro. Pues, basta toparse con algo distinto para que sea recibido como una crítica y una invitación a modificar la conducta. Entonces en reacción a una lógica inconsciente de subsistencia, se utiliza la fuerza desmesurada. Esto por tener un débil convencimiento de la postura propia y no poder optar por métodos más racionales o maduros.

El autor es tajante al esclarecer que el individuo carece de libertad cuando se integra a una multitud. Empieza el análisis con dos instituciones con una característica peculiar en común:

poseen un director o líder específico. Las instituciones a las que refiere son la Iglesia y el Ejército, que a través de sus líderes han logrado prevalecer frente a los cambios de era.

Sobre la Iglesia, indica que la cohesión de sus miembros, es decir de los creyentes, se justifica en que Dios ama a todos por igual. Esa es la ilusión que mantiene a los devotos unidos y los vuelve hermanos entre ellos. De tal premisa parte la ilusión que ante Dios todos somos iguales y por ende igualmente queridos e indispensables. Por consecuencia de ese amor también se sustentan las demandas y exigencias que ser católico implica. Freud extrapola este análisis al Ejército, pues para el general o el jefe sus miembros de comando son igual de valiosos. A pesar que en el Ejército, a diferencia de la Iglesia, haya una estructura jerárquica de varios rangos, el trasfondo que logra la cohesión entre sus miembros es el mismo que en el caso de la Iglesia: un líder que quiere a sus miembros por igual. Así, si el jefe desaparece la masa se percibe en peligro.

Por el contrario, existe una tipología de masa que no dispone de un líder específico, y en mi opinión personal, considero que las marchas del bicentenario, si bien han tenido un grado de organización, no han tenido ni tienen voceros que guíen o canalicen los pedidos políticos. En este tipo de masa, a diferencia de las anteriores, una abstracción es el factor cohesivo (tal como la democracia, la institucionalidad, erradicar la corrupción) y de aparecer caudillos estos adoptan un papel secundario. Lo que explicaría por qué manifestantes botaron de sus marchas a líderes políticos como Veronika Mendoza en Cusco. Aunque esto delata la falta de credibilidad en la élite política, lo cual es un mal síntoma de nuestra democracia.

 

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