Punto de Encuentro

El principal enemigo del país

Era inevitable la caída del cobarde Castillo. Lo que no sabíamos era que la salida sería tan abrupta: frustrado intento de golpe de estado, vacancia por el Congreso, desconocimiento de su “autogolpe” por parte de las FFAA, huida con su inefable ministro, Aníbal Torres. Sentado, supuestamente leyendo una revista Caretas en la prefectura rodeado de policías, el país pudo ver en vivo y en directo la miseria moral de este “presidente por accidente”.

Hemos llegado a una situación dramática que nos hace recordar los peores días antes de la renuncia de Alberto Fujimori. Creo, en ese sentido, que el recuerdo puede tener cierta validez en tanto que todo lo sucedido en estas últimas semanas tiene un origen multicausal: precariedad institucional inducida (no nos olvidamos, Martín Vizcarra), incompetencia política (tampoco nos olvidamos su absurda “reforma política”, señor Tuesta), autoridades cleptómanas (con el “Chino” era lo mismo, pero estos sinvergüenzas son más burdos). Es, por tanto, la consecuencia de diversos factores que producen una crisis sistémica del régimen político.

Pero, a consideración de este servidor, el principal problema de nuestro sistema, transversal a todos los anteriormente descritos, es el rol de los medios de comunicación en la vida democrática. Desde los grandes conglomerados mediáticos, con empresas diversificadas y, por tanto, con intereses en amplios sectores de la economía nacional, hasta los pequeños de provincias, perfiles de Facebook, páginas web sin director, sin periodistas colegiados, meras tribunas de “publicherrys” de las municipalidades y gobiernos regionales. Auténticos barcos piratas que, salvo raras excepciones, contribuyen notablemente a la crisis de la cultura, de la educación y de los valores republicanos.

Son los mismos medios que sostenían a Vizcarra y que le presentaron batalla a Castillo, desde el primer día, por quitarles la jugosa publicidad estatal. Hace un tiempo, cuando el Congreso funcionaba mal pero al menos funcionaba, el congresista Mauricio Mulder presentó una propuesta de ley de medios. Obviamente, los grandes medios de comunicación criticaron la ley Mulder, alegando la vulneración a presuntos principios constitucionales. Considero que la ley Mulder, que tenía como finalidad prohibir al Estado la contratación y difusión de anuncios en medios privados, “se quedó corta”. Yo propongo, que en aras de proteger la institucionalidad democrática, de quitarle el peso desproporcionado a los medios de comunicación en la vida social, de asegurar que prime el pluralismo de ideas y se garantice que los interés empresariales de unos no influyan en la generación de opinión de millones de ciudadanos (y usuarios), por un mejoramiento de la calidad en cuanto a los contenidos, se plantee dentro del debate la propiedad de los mismos:  por una ley de medios que apunte a evitar la concentración de la propiedad de los medios de comunicación, defendiendo el interés público por encima de los intereses crematísticos.

Es necesario iniciar una discusión abierta y democrática sobre las fallas de nuestro sistema democrático. La caída de Castillo, esperemos, sea el punto final de un proceso de deterioro institucional, de una crisis de representación y un estancamiento de la necesaria democratización del país. Tenemos razones poderosas para ser optimistas sobre el futuro de nuestro país.

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