“… las ideas políticas de Rousseau fueron la reafirmación de un Estado que tenga como fin la felicidad de las mayorías en donde se respeten las leyes, personas, vida, voluntad popular, propiedad, actos o pactos sociales entre otros”.
Este genial autodidacta, filósofo, científico, músico, educador, botánico y escritor nacido en Ginebra-Suiza, vivió 66 años desde 1712 hasta 1788. Sin duda es el creador de una propuesta política nueva y muy apreciada desde los especialistas de su época (la Ilustración) hasta hoy que se enriquece y da nueva perspectiva a su diferente y avanzada concepción contractual. Para él la prioridad es cómo garantizar la libertad y la igualdad entre los hombres.
Fue el más grande filósofo de la política y el Estado cuyo pensamiento ha guiado a los líderes del pueblo francés hacia la Revolución Francesa de 1789 y que aún en el siglo XXI su pensamiento continúa vigente e interesante. Sin embargo, es poco estudiado, muy prejuzgado y anatematizado por hechos de su vida privada, que no cuestionan en absoluto su gigantesco y rico pensamiento sobre la política, la educación, etc., que influenció en grandes pensadores, políticos, sociedades, etc.
Él es uno de los tres contractualistas clásicos (le anteceden los ingleses Thomas Hobbes y John Locke), creo yo que fue el más avanzado. Se diferenciaba de Thomas Hobbes porque este creía que el hombre era malo y egoísta y debía entregarse o someterse a un rey, Estado o Leviatán que le dé seguridad; creía que solo con el miedo se alcanzaba la paz. Según él, el hombre renuncia a la violencia en favor de la paz, también consideró que el Estado debe tener poder absoluto.
Jean Jacques Rousseau pensó lo contrario, consideró que el hombre era bueno compasivo, libre e igual que los demás hombres y que la sociedad generaba desigualdades e injusticias. Estos “derechos naturales” debían ser asegurados y defendidos desde el contrato social. Estudios contemporáneos certificaron que el filósofo francés tuvo razón, pues el hombre pre histórico era comunitario y cooperador.
Cuando escribe sobre el buen salvaje, se refiere a ese hombre pacífico, desinteresado, que no conoce la codicia, la violencia ni la ansiedad, pues son productos de la civilización. El buen salvaje es bueno, natural, cooperador, con amor a sí mismo y a sus similares.
Se diferencia de John Locke en que este filósofo inglés incorporó, junto a los derechos naturales de conservación de la vida y la libertad, al derecho natural de propiedad como derecho del hombre en “estado natural”, al parecer influenciado por el crecimiento y avance de la burguesía, a la que él estaba cercano familiarmente, fue el padre del liberalismo político moderno.
Jean Jacques Rousseau pensaba todo lo contrario pues consideró que el mal y origen de las diferencias sociales y los conflictos era la propiedad privada y la división del trabajo.
Sin embargo el genial pensador francés aceptó la propiedad privada existente y difundida pero planteó limitarla para que los ricos no lleguen a la desbordada opulencia y para que los habitantes no lleguen a la extrema pobreza.
Su objetivo fue el contrato social que garantizará la libertad e igualdad dentro de un Estado, en un régimen político. Solo de esta manera el soberano será a la vez el pueblo.
Para el filósofo francés, el ser humano solo puede ser libre obedeciendo las leyes que él mismo ha dado para sí mismo. La libertad no puede ser restringida, como creyó Thomas Hobbes.
Según Jean Jacques Rousseau, la soberanía no la ejerce ni un monarca que da las leyes que se le ocurre, ni los gobernantes así los elija el pueblo.
Lo que él busca con su contrato social es que el pueblo participe permanentemente en la elaboración y validación de leyes, ya que son para que ellos mismos las cumplan.
"Lo que pierde el hombre por el contrato social es su libertad natural y un derecho ilimitado a todo cuanto le tienta y que puede alcanzar; lo que gana es la libertad civil y la propiedad de todo cuando posee" (J.J. Rousseau. El Contrato Social).
Jean Jacques Rousseau propone una democracia directa, una forma de gobierno directo del pueblo, que desde mi punto de vista no es un ideal ni una utopía, sino que es un método por el cual se puede suplir y perfeccionar una forma de Estado que tienda a proteger la libertad e igualdad del ser humano.
Según su pensamiento político, el pueblo es el verdadero soberano pues participa haciendo las leyes como miembro del órgano político, pero también es súbdito porque acata las leyes que ha dado en el órgano político.
El soberano que se constituye por contrato social es el pueblo, quien decreta la “voluntad general” que se expresa con las leyes. Su soberanía es inalienable, indivisible, infalible y absoluta.
Su Estado se funda en la soberanía popular y en la democracia directa.
Considero que Jean Jacques Rousseau está mucho más cerca de la socialdemocracia que los otros dos contractualistas ingleses. Desde mi punto de vista el problema estructural del capitalismo está en la distribución y no en la producción. No es imperativo expropiar los medios de producción como quería el marxismo y leninismo clásico, lo que se debe hacer bien es distribuir con justicia social y sin corrupción. El filósofo francés aceptó la propiedad privada y la incorporó dentro de sus propuestas, subrayando la necesidad de limitarla en sus extremos.
Consideró que la mejor democracia es la directa. Esta democracia directa en mayor y menor medida existe en Suiza (país donde nació y tuvo que abandonar después de convertirse en católico), Alemania y otros países. Sin duda, se puede demostrar que es aplicable a Perú, considerando sus diferencias y características propias.
(Agradezco a los lectores de mis artículos sobre los grandes pensadores políticos y me despido temporalmente hasta agosto de 2023, cuando expondré el pensamiento de otros filósofos, clásicos, modernos y contemporáneos de la teoría política y del Estado).