Gustavo Gorriti no merece una tregua. Este artículo parte de los supuestos de que Gorriti es el general que dirige la guerra caviar, de que concibe a la política como la guerra por otros medios, y de que podría estar haciendo política de acuerdo a las enseñanzas de Sun Tzu en El arte de la guerra. Por tanto, el general caviar Gorriti no merece una tregua únicamente por estar enfermo. Lo que sí merece es la vigilancia y el castigo de un monstruo de la guerra. La teoría de la guerra denomina “tregua” a la cesación de fuegos entre los enemigos, por un tiempo determinado y únicamente hasta que se reinicien las acciones. La geneología de la tregua enseña que ésta es un paréntesis extraordinario, y hermoso, aun en medio de la guerra: En la literatura y en la historia: En la Guerra de Troya, el príncipe Aquiles concede al rey Príamo una tregua de doce días para que los troyanos pudieran celebrar los funerales del divino Héctor; y en la Primera Guerra Mundial, los soldados ingleses, franceses, alemanes, austrohúngaros y rusos del frente occidental se conceden una tregua para caminar a la Tierra de Nadie y pudieran celebrar la navidad de 1914. Pero, nada fenomenal, ni sublime, ha ocurrido en la guerra caviar como para conceder una tregua. Tan solo Gorriti ha enfermado de un cáncer a los ganglios. En verdad, tal solicitud implícita de tregua por dolencia es solo una estrategia de defensa, pues lo que se busca es que el general caviar no sea investigado por el Ministerio Público, ni citado por el congreso de la república; y que, en el supuesto de una investigación preliminar, se le dicte tan solo comparecencia, y, en el extremo, únicamente detención domiciliaria. O sea: La petición tácita de tregua busca que Gorriti no sea citado, investigado, y fundamentalmente que no vaya a la cárcel.
Gorriti es un político-soldado. Él dirige una guerra política de aproximadamente treinta años, en la cual ejerce el mando con conocimiento y resolución sobre un ejército caviar disciplinado y bizarro. Ha implementado, con jerarquía de mandos, los mecanismos perversos del lawfare y el infoware. Su historia de vida es la de un perro de la guerra política: Fue director del diario La República, en Perú, donde inició la guerra caviar; y fue director del diario La Prensa, en Panamá, donde inició otra guerra. Fue periodista de guerra, incluida la guerra con Sendero Luminoso. Hoy es director de IDL-Reporteros, que es el cuartel general de periodistas, fiscales y hasta policías. No tiene teoría, pero ha escrito libros sobre algunas guerras políticas. Entre ellos, Sendero: Historia de la guerra milenaria en el Perú, La calavera en negro: el traficante que quiso gobernar un país, y La batalla. En sus acciones, y en sus escritos, es peligrosamente deductivo y estratégico hasta la psiquiatría. El procedimiento de su personalidad podría ser así: El Maestro Sun le dijo a Gorriti, su leedor-paciente, que la guerra “es el terreno de la vida y de la muerte, la vía que conduce a la supervivencia o a la aniquilación”, y que el arte de la guerra consiste en “cercar al adversario” si la condición de tu propia superioridad lo permite. Gorriti creo las condiciones, por treinta años, para cercar, como a una presa, al presidente Alan García. Gorriti fue un perro de guerra cuando, sobre el suicidio presidencial, profirió: “Si es que yo hubiera sabido que iba a pasar, hubiera pedido una tregua para tratar de convencerlo de que no lo hiciera”. Gorriti no pudo con García, porque éste le cambió el terreno de la guerra. El Maestro Sun no le podía dar consejos sobre de la guerra política del espíritu. De nada le sirvió que la diligencia de detención preliminar fuera una operación militar, ni que sus fuerzas fueran “como un quintal frente a una onza”, ni que las del presidente como “una onza frente a un quintal”. Gorriti y los caviares son suntzunianos: Para ellos, el arte de la política es el arte de la guerra, y el arte de no tener una forma (política y jurídica) definida y cierta. Gustavo Gorriti, el general caviar, no merece una tregua.