Punto de Encuentro

Dina Boluarte: ¿intoxicación del Poder?

Por Gustavo Romero Umlauff (*)

Hace muy pocos días y durante la firma del contrato de Gobierno a Gobierno entre Perú y Canadá para iniciar la tercera etapa del proyecto Chavimochic en La Libertad, la Presidente de la República, Dina Boluarte, expresó públicamente y a viva voz que ella era “la mamá de todo el Perú”.

Claro está que la sorpresiva proclama de Dina Boluarte no podía ser más risible; pero ensayando una explicación a ese ridículo anuncio, creo yo, que es una torpe estrategia para justificarse -así misma- en su permanencia en el Poder y lograr cierta estabilidad para su propio futuro como Primera Mandataria.

Pese a que las últimas encuestas de CPI revela el sentir de la población donde sólo un 9.6% aprueba se gestión, me resulta sugestivo tratar de entender las razones del porqué en algunas democracias electivas aparece un personaje que se aloja en el sillón presidencial y luego desafía a sus pueblos con medidas o declaraciones absolutamente torpes. ¿Qué razones operan en la mente de aquel gobernante para considerarse imprescindible para dirigir “maternalmente” el rumbo de su pueblo? ¿Cuáles son aquellas motivaciones para seguir rigiendo los destinos de su país?

Una de ellas podría deberse a la existencia de una manifestación obsesiva de algunos mandatarios de creerse únicos y grandilocuentes, así como tenerse una admiración desmedida sobre sí mismos y sus cualidades personales. Aquella actitud patológica podría deberse a la existencia del “síndrome de hubris”, una sintomatología que he venido a conocer recientemente y que me da luces para explicarme el por qué algunos gobernantes llegan a intoxicarse con el Poder con un intolerable trastorno de superioridad y recelo de aquellos que no piensen como ellos, incluso de sus propios adulones.

La excesiva exposición mediática y la inauguración de cuanta obra, evento y acontecimiento donde se permita que la fotografía del gobernante pueda ser exhibida públicamente y que le deje oír las voces zalameras de los serviles asistentes, es una de las particularidades que permite advertir los síntomas de la intoxicación.

Aunque no es mi especialidad la psicología ni la psiquiatría, no es difícil adivinar que en América Latina el “síndrome de hubris” se ha venido a alojar en las mentes de los presidentes venezolanos Hugo Chávez y Nicolás Maduro, del nicaragüense Daniel Ortega, de los cubanos Fidel y Raúl Castro, del ecuatoriano Rafael Correa y de Evo Morales. Todos ellos –coincidentemente- integrantes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) que tienen el común denominador de haber sido envenenados por la ponzoña de aquel Poder narcisista que no tolera que no los alaben o que no les rindan culto.

Y, me pregunto, ¿Dina Boluarte habrá caído bajo el influjo de aquella ponzoña que obnubila, muchas veces, la mente de los Mandatarios o se encuentra intoxicada con un Poder que cree tener para toda su existencia y no recordar que existen presidentes tras las rejas de Barbardillo?

Sería conveniente recordarle que aquellos que se encuentran emponzoñados jamás logran recordar que los anhelos de perpetuidad en el Poder concluyen, usualmente, con nefastos destinos y que la historia acaba siempre por reclamarles un final fatal cuando los síntomas de la intoxicación se hacen evidentes ante los ojos del pueblo y el veneno supera inexorablemente al enfermo.

(*) Abogado y analista político.

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