Por Roberto Rendón Vásquez
La vida humana transcurre hasta la ancianidad y termina con la muerte. Para vivir hay que trabajar, probablemente comenzamos a los 20 años y a los 70 obligatoriamente debemos jubilarnos si hemos sido dependientes y subordinados a un empleador o si individual e independiente hemos trabajado y hemos previsto formas de afrontar la supervivencia en la vejez.
Cuando llegamos a la tercera edad disminuye nuestra posibilidad de trabajar para obtener medios económicos para nuestra subsistencia, y muchos ancianos ni siquiera pueden realizar trabajos para percibir pagos. En la tercera edad se afronta muchos problemas. Citamos algunos: En la generalidad se adolece de solvencia económica en la mayoría de los casos porque las pensiones jubilatorias no alcanzan para subsistir y el problema se ahonda si para que cumplan con pagarle la pensión jubilatoria deben recurrir a acciones judiciales donde los magistrados demoran años para emitir sentencias (Pareciera que son inclementes); de ello deviene sus crisis económicas y la pobreza. Por otro lado, están en soledad y sufren de inseguridad y maltratos. Muchos tienen problemas para movilizarse (caminar) y también por ya adolecer permanentemente de enfermedades requieren medios para sufragar su medicación. A veces están arrinconados en una vivienda y hasta hay quienes ni siquiera tienen vivienda y viven de la mendicidad. ¡Qué triste es llegar a viejo!
En los 50 años en que hemos tenido que laborar, durante ese lapso diariamente hemos tenido que ir al centro de labor movilizándonos en transportes públicos pagando el valor de cada pasaje completo. Calculando: un promedio de 2 viajes diarios (Uno para ir trabajar y el otro para volver a casa). En todo ese lapso hemos “gastado” en 36.000 pasajes de adulto. No nos han traslado gratuitamente “de cortesía”; han sido cancelados cada día con nuestras remuneraciones.
Pero al llegar a la tercera edad, muchos están jubilados y, reiteramos, la pensión es sumamente modesta y la mayoría de las personas sus “recursos” no alcanzan para sufragar los gastos diarios de subsistencia. Al estar jubilados y/o cesantes por razón de la edad, ya no nos movilizamos constantemente. Probablemente es para ir de compras, a hospitales o quizá para visitar a la familia. Si lo hacemos en los transportes públicos nos siguen “cobrando” el pasaje completo. En las empresas de trasportes – sean de personas naturales y/o jurídicas de derecho público o privado – no tienen conciencia que les hemos aportado económicamente en valores de pasajes durante 50 años.
La Ley N° 28803 (19/07/2006) estableció que los mayores de 60 años son adultos mayores; también lo estableció la Ley N° 30490 (20/07/2016), reconociéndose los derechos establecidos constitucionalmente y tratados internacionales “para mejorar su calidad de vida y que se integren plenamente al desarrollo social, económico, político y cultural, contribuyendo al respeto de su dignidad” (SIC). Es honesto que tanto los trasportistas como los políticos en Poderes del Estado tengan conciencia que son reducidas las posibilidades económicas de un anciano. Por ende, deviene en imprescindible que a los adultos mayores o no les exijan el pago de pasaje para movilizarse o se les reduzca el monto al 50% de la tarifa de pasajes. Considerar que un anciano no usa con frecuencia medios de transporte. Es por respeto y consideración no sólo por la edad, sino porque durante más de 50 años han pagado los pasajes sin descuento ni reducción alguna.
Sería impresionante que los propietarios de vehículos para los transportes públicos de motu proprio adopten cobrar a los adultos mayores solo el 50% del valor del pasaje. Sería un acto voluntario ejemplar y sin precedentes. Pero los obligados a resolver ese asunto son los congresistas aprobando la reciente propuesta (proyecto) hecha para promulgar una ley estableciendo que los adultos mayores solo paguen el 50% del valor de pasaje en todo tipo de transportes públicos. Además, establecer también que los ancianos con discapacidad y sus acompañantes que los cuidan, estén exonerados de pagar pasajes.
La sociedad, el Estado y todos tienen la obligación moral de actuar permanentemente protegiendo a los adultos mayores. No olvidar que todos vamos a ser ancianos, salvo que antes de llegar a la tercera edad hayamos partido “al más allá”.