Punto de Encuentro

OTRA VEZ EL DILEMA DEL VOTO PREFERENCIAL

Como si se tratase de rendir un examen, dentro de pronto estaremos ante la posibilidad de decidir quiénes integrarán nuestro Parlamento y para ello nos enfrentaremos frente al voto preferencial, la modalidad de voto a través del cual un elector tiene la posibilidad de elegir al candidato o candidatos de su preferencia, entre el universo propuesto por una organización política. Se introdujo en el Perú con motivo de las elecciones para definir a los integrantes de la Asamblea Constituyente que redactara la Constitución aprobada en 1979, señalándose que los asambleístas serían elegidos en circunscripción única, bajo la modalidad de voto de lista “y por un candidato de su preferencia integrante de ella”.  

Para las Elecciones Generales del año 80, la entonces vigente Constitución del 79 estableció que la elección parlamentaria se llevaría a cabo por el sistema de lista cerrada y sin voto preferencial, pues habiéndose aprobado el voto de los analfabetos, éstos se verían impedidos de ejercerlo, no obstante, se reintrodujo para las Elecciones Generales del año 85, pero sin afectar el derecho de los analfabetos, estableciéndose que su ejercicio era voluntario. Este sistema, se mantuvo para las Elecciones del año 90, las Elecciones para la Asamblea Constituyente del año 92 y con la entrada en vigencia de la carta del 93, durante las Elecciones Generales de los años 1995, 2000, 2001, 2006, 2011 y 2016 y las próximas elecciones parlamentarias del 2020.

El voto preferencial es una opción interesante entre los tipos de voto existentes, pues, se erige, al menos en el plano teórico, en un sólido puente hacia la democratización de los partidos políticos, pues permite mejorar la relación existente entre electores y  autoridades electas al contrarrestarse a través del voto del ciudadano, el poder de la dirigencia o del caudillo partidario en la elaboración de la lista de candidatos.

De otro lado, mejora el concepto de “representación” respecto de nuestras autoridades, ya que el elector anteponiendo sus preferencias sobre las del partido, puede individualizar a la autoridad a la que podrá exigir cuentas, esto por su puesto, en la medida que el candidato al que votó resulte elegido y, en sentido inverso, el candidato electo podrá saber de qué lugar provinieron los votos que le favorecieron para poder acceder al cargo.

Sin embargo, la otra cara de la moneda evidencia que el voto preferencial puede favorecer a los candidatos que cuentan con respaldo económico que les permita llevar a cabo grandes campañas electorales, incluyendo la contratación y acceso a los medios de comunicación, la posibilidad de realizar desplazamientos, la contratación de asesores, carteles, etc., en desmedro de sus oponentes con menores o escasos recursos económicos, situación que crea condiciones de desigualdad dentro de un mismo partido político.

Esta aseveración constituye una regla que raramente admite excepciones, las cuales sin embargo existen como fue el caso de los candidatos del FREDEMO en las Elecciones Generales del año 1990, cuyas millonarias inversiones en campaña, no se vieron reflejados en el número de curules ganadas.

Otro aspecto negativo se representa ante la necesidad del desmarcaje de cada candidato del resto integrantes de su propia lista, dando pie a la aparición de campañas personalísimas así como la posibilidad de parte del elector, de la emisión de un voto emocional y afectivo, (como sería el voto por un deportista connotado por ejemplo), antes que racional y objetivo; asimismo, esta dispersión impide el avance de las propuestas orgánicas que el partido pudiese tener y la dificultad de este de estructurar una campaña electoral coherente ante la proliferación de ofrecimientos individuales.

Otro elemento negativo del voto preferencial lo representan la posibilidad de luchas internas que afectan las relaciones internas partidarias  y que incluso pueden trasladarse al ámbito judicial como ocurrió en las últimas elecciones con los ex parlamentarios Marco Arana del Frente Amplio en Cajamarca y de Marisol Espinoza de Alianza para el Progreso en Piura.

Pero la lista de desventajas no se agota. El voto preferencial incentiva a los candidatos a asumir el financiamiento de sus campañas, y este sea quizás su mayor inconveniente que presenta pues posibilita la infiltración de dinero ilícito en la campaña, peligro que se agrava si recordamos la flexibilidad de nuestro sistema normativo respecto a la posibilidad que sentenciados o personas con antecedentes pero sin sentencia puedan postular y busquen a través de un proceso impunidad.

Como podemos apreciar, el voto preferencial tiene aspectos positivos y negativos y este no se configura per se cómo un sistema negativo, sino que como cualquier opción, debe ser evaluado en función al contexto en el que resulta aplicable. En ese sentido cabría preguntarnos si su eliminación representaría una solución frente la crisis de representación y de calidad de parlamentarios que normalmente tenemos. 

Intentando esbozar una respuesta, entendemos que su eliminación como una medida aislada, no garantiza el fortalecimiento de los partidos políticos, ni mejorará los niveles de representación. Es más, eliminarse sin adoptar medidas colaterales es probable que agrave la situación.

En efecto, siendo el sistema de selección de candidatos al interior de un partido un sistema transaccional antes que democrático, donde los procedimientos de democracia interna en virtud a la intangibilidad normativa aplicable en las próximas elecciones del mes de enero, que impide la aplicación del reciente paquete normativo aprobado en el mes de agosto, no serán supervisados por los organismos electorales, se genera el negociado de candidaturas, por tanto, la eliminación de voto preferencial sin más, tendrá como principal beneficiado al caudillo o a la cúpula partidista encargada de su elaboración de listas gracias al consabido “costo” dicho también entre comillas, de ingreso a una lista de candidatos.

Dicho esto, resta esperar de parte del electorado que el próximo 26 de enero demuestre mucha mesura y elija bien, no vayamos a caer en una situación peor a la que nos encontramos al momento que se disolvió el Parlamento y volvamos a sacar una nota desaprobatoria.

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