Punto de Encuentro

Congreso día uno: ¿Desandando lo andado?

Uno de los puntos sobre los cuales hubo homogeneidad en las propuestas de la reciente campaña electoral, fue la necesidad de continuar con la reforma electoral, sin embargo,  ya en la post campaña y con las credenciales congresales en mano, quienes han asumido las vocerías partidistas precisan ahora que esta reforma, lejos de continuar con las normas aprobadas en agosto del año pasado, consistiría en modificar, cuando no anular, los dispositivos ya aprobados, siendo la joya de la corona la regulación de la democracia interna partidista.

Como recordamos, se aprobó en agosto del año pasado un paquete normativo que entre otros aspectos, reguló la democracia interna partidista tanto en la elección de sus autoridades como de candidaturas a cargos de elección popular, buscando con ello fortalecer nuestro precario sistema de partidos, caracterizado por su alto grado de personalismo expresado en líderes o “eterno candidatos naturales”, nula renovación de cuadros directivos y una militancia invisible e inservible a la hora de expresar su sentir, lo que a su vez se traducía, durante períodos electorales, en la mercantilización de candidaturas y en el ingreso de dinero negro en la política. Asimismo, esta precariedad incidía directamente en la selección arbitraria de candidatos por lo general impuestos por la voluntad de la cúpula partidaria pues recordemos que estos procesos de selección de candidatos se llevaban a cabo sin la presencia de los organismos electorales y no se contaba en ellos con el voto de los militantes partidistas. 

Esta inocultable realidad dio origen a uno de los más significativos  pasos de la inconclusa reforma electoral. Mediante Ley 30998, se aprobaron dispositivos que reforzaron la democracia interna partidista a través de la celebración de elecciones internas y luego de las elecciones primarias.

La legislación aludida refiere que las elecciones primarias se realizan de manera simultánea para todos los partidos políticos inscritos y se llevarán a cabo mediante el voto universal, libre, obligatorio, igual, directo y secreto de todos los ciudadanos, estén o no afiliados a una organización política, es decir, votarán todos los peruanos como hicimos en las recientes elecciones congresales.

Debe tenerse presente que en estas primarias regirá el criterio de la auto postulación, pues cualquier afiliado a un partido puede presentarse como precandidato si cuenta con un mínimo de un año de afiliación a la fecha límite de la convocatoria a elecciones generales, ello sin perjuicio que la organización política establezca mayores requisitos.

Pero ello no es todo, estas primarias tendrían además la calidad de “eliminatorias”, por colocar un término futbolístico, pues luego de éstas únicamente podrían participar en las Elecciones Generales del 2021, aquellos partidos que en las primarias obtengan cuando menos el 1.5% del total de los votos válidamente emitidos.

Esta norma resulta beneficiosa pues el fortalecimiento del sistema de partidos debe procurar eliminar a los partidos que adolecen de legitimación ciudadana, además, el sistema podría verse revitalizado al comprometer por primera vez a la ciudadanía en los aspectos internos de los partidos al evitar que las candidaturas salgan de la exclusiva decisión los directivos partidistas. 

No obstante las evidentes ventajas de las primarias, el hecho que toda la ciudadanía participe en las decisiones partidarias no ha sido bien recibida por los nuevos parlamentarios, quienes se han manifestado sobre la eliminación de estas primarias bajo una lógica tan simplista como rebatible que puede resumirse en la siguiente pregunta: ¿Podemos permitir que no afiliados o incluso afiliados de otros partidos participen en nuestras elecciones?

Pero eso no es todo, tal como ya publicamos en columnas anteriores existe algo más. El disuelto Congreso creó una instancia adicional y previa, pues en paralelo a las primarias creó también las elecciones internas.

Estas elecciones internas no son otra cosa que las elecciones fraudulentas que siempre han realizado los partidos, y en las cuales la cúpula de cada uno de ellos a través de unos pocos representantes, “eligen” a sus candidatos. Debe tenerse presente además que gracias a una disposición final de la Ley 30998, los partidos actualmente inscritos quedan “por única vez” exceptuados de los alcances de la normatividad que regula las elecciones internas, en otras palabras, lo harán al margen de los organismos electorales y sin la participación de todos sus afiliados.

Si esto es así, convengamos que gracias a unas elecciones internas que serán manejadas por los propios partidos se desvirtúa la naturaleza de las elecciones primarias pues solo servirían para convalidar los resultados de las fantasmales elecciones internas o por último solo servirían para determinar si un partido alcanza o no el 1.5%  de votos necesarios para participar en las Elecciones Generales.

Ahora que la intangibilidad normativa ha sido suspendida hasta setiembre por el nuevo Congreso en su primer día de sesiones, queda en manos de este aprobar las reglas que fortalezcan el sistema de partidos, no siendo aconsejable desde ningún punto de vista empezar eliminando las elecciones primarias, pues ello sería desandar lo andado, por el contrario, un buen inicio sería hacer obligatoria las elecciones internas a todos los partidos con participación de todos sus afiliados y la supervisión de los organismos electorales. Esperemos que no le estemos pidiendo peras al olmo.

 

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