Las circunstancias están más allá del control humano, pero nuestra conducta está en nuestro propio poder. (Benjamin Disraeli)
Hay muchas situaciones injustas en la vida. Podría hablar de psicología, de sociología, de historia o de política, daría lo mismo para ejemplificar que hay injusticia en todas las relaciones humanas de todos los tiempos. ¿Es justo que un padre abandone a sus hijos? ¿Es justo que haya segregación aún en el siglo XXI? ¿Es justo que la guerra mate civiles inocentes? ¿Es justo que los políticos corruptos se roben los fondos que podrían servir para que haya más camas en los hospitales? No. Hay muchas cosas injustas en este mundo. Pero ¿Qué haces tú para labrar algún camino hacia la justicia?
La sociedad se construye desde lo individual, desde el comportamiento de cada uno de nosotros. La sociedad es más que la suma de sus partes; pero cada parte es esencia de ese todo. La corrupción, por ejemplo, está por doquier. La injusticia es un fantasma, una sombra, que persigue al policía que acepta coimas tanto como al ciudadano que las paga; al opinador que critica sin base, al chismoso que desinforma y somete a escarnio, al político que asume un "liderazgo" sin real resolución social, al empresario que explota a sus trabajadores, al esposo que golpea a su pareja. La violencia física, psicológica, institucional o económica es una realidad. Y es injusta. Rebaja la dignidad del otro. Discrimina.
En un escenario político electoral, el que pretenda venderse democráticamente alabando dictadores nos hace un favor. Al menos revela su poca noción de Estado de Derecho, de derechos fundamentales y de democracia. La libertad de expresión no tiene por qué ser cercenada, pero sí debe ser cuidadosamente evaluada la realidad del compromiso que quien ocupare un cargo político debe atender al marco de valores establecido en la constitución del país. El poder de ser justos, en lo político (mientras hay democracia) está a la mano: el voto. El poder de ser justos, en lo social (mientras hay valores) está a la mano: la acción diaria. El poder ser justos, en lo familiar (mientras hay amor) está a la mano: el respeto. El poder ser justos, en lo personal (mientras hay salud) está a la mano: el trabajo. Porque al final el trabajo dignifica, porque construye y realiza. Hablo del trabajo en vocación, en servicio, en entrega, en búsqueda de aportar al mundo desde nuestra capacidad de realización. Siempre hay un espacio para lograr construir, para ser auténticamente constructivos.
Así, sea desde donde sea, construir la justicia que esperamos disfrutar depende de todos. Y ya, en el siglo XXI, estamos tarde para terminar de edificarla.
Sea quien sea, recordemos que la vara con la que mides, serás medido. No hay otra forma de hacer las cosas, sino con el ejemplo.
Este es un artículo algo inusual, pero creo que a veces olvidamos ese lado humano que debe definir que lo que sentimos pensemos y lo que pensemos, realmente sea lo que hagamos. Porque hay muchas cosas que en este mundo están mal, pero si apoyamos esas situaciones (por acción u omisión) nosotros estamos peor.