Punto de Encuentro

Constitución, praxis o incompetencia.

Lo maravilloso de mi generación es haber sido capacitados por profesionales de las ciencias políticas. Nos transmitieron sus experiencias y recibimos la teoría y la práctica de su ejemplo de vida como herencia. La fuente era la historia “no oficial” que debíamos continuar por mandato moral.

Es necesario señalar el antecedente de “la vergüenza de la página 11” y el golpe de Estado de 1968, que dio lugar al auge de un gobierno nacionalista, comunista o social-confuso. Vivimos entonces doce años de “revolución” y al final de ese experimento de las Fuerzas Armadas, paradójicamente entregaban el mando al mismo que sacaron del poder acusándolo de corrupto, Belaúnde. Dejaban un país en ruinas económicamente en 1980, el germen del senderismo en crecimiento, la sociedad desintegrada y con líderes socialistas y comunistas mantenidos que gobernaron con la dictadura saliente.

Es por ello que es importante trasladar un poco de aquella experiencia histórica al hablar de Constitución o de “Constituciones”. No de una sola, porque vivimos la del terrorismo de Estado de 1933; luego sería reemplazada por la de 1979, cuyo espíritu y definición, justa y democrática, se expresaba desde su primer artículo: “La persona humana es el fin supremo de la sociedad y del Estado. Todos tienen la obligación de respetarla y protegerla”; y, posterior a ella la Constitución de 1993, que copió el primer artículo de la de 1979 pero totalmente falto de originalidad, de alma, de legitimidad. Se elaboró a la medida de una dictadura y para complacer a la OEA justificando las formas.  

Hay que ser un ignorante total para afirmar que no vivimos la experiencia comunista en el Perú. Y tampoco olvidar que, durante esos doce años de gobierno comunista con dictadura, se suspendieron todas las garantías constitucionales. No existe Constitución para un gobierno de facto. Para ningún tipo de dictadura. Al final de ese desastre, aparece la figura de la Asamblea Constituyente de 1979 que presidió Víctor Raúl Haya de la Torre. (Y aquí hago un paréntesis para rendir mi homenaje a todos los jóvenes de entonces, entre ellos el destacado científico social Eduardo Bueno León, recientemente fallecido, que desde los 17 años participó en la redacción de dicha Carta Magna desde la Biblioteca del Congreso revisando los Diarios de Debates y dando los alcances pertinentes a los Constituyentes de aquel entonces). Salvo el Constituyente Enrique Bernales Ballesteros y uno o dos más del ala radical elegidos, no recuerdo que haya en dicha Asamblea un comunista electo que haya estado de acuerdo con la Constitución que se concluyó en 1979. Un poco de memorex a los rabanitos, que solo son rojos por fuera y reaccionarios por dentro.

En 1980, el gobierno de Acción Popular se caracterizó por ser un administrador de la crisis que heredaba: la grandiosa deuda con la URSS (hoy Rusia) en pertrechos militares adquiridos y que aún hoy no se terminan de pagar; suspendió el pago de la deuda externa a los entes financieros internacionales; no pudo controlar la inflación y mensualmente subían los productos de primera necesidad; y, no supo qué hacer ante el crecimiento exponencial de la delincuencia terrorista de sendero luminoso, que destruía torres eléctricas y colgaba perros cruelmente acuchillados por ellos en los postes de las avenidas principales de Lima con la finalidad de aterrorizar.

El año 1985, después de 60 años de fundada por primera vez llega al poder el APRA con Alan García Pérez de 35 años, quien desde el inicio marcó distancia con la dictadura cubana de Fidel Castro. En 1987, ante la fuga de capitales por empresarios inescrupulosos, nacionaliza la banca y la derecha elige a dos de sus mejores ejemplares para boicotear y liquidar al gobierno: Mario Vargas Llosa y Fernando “Popy” Olivera.

En 1990 es elegido el Ing. Alberto Fujimori, quien de manera aplastante derrotó en las urnas a Mario Vargas Llosa. Fujimori basó su campaña electoral con un discurso nacionalista contra la derecha que representaba el escritor, sin embargo, al asumir el mando cambió la dirección de su propuesta económica inicial. Se volvió un liberal a ultranza y tuvo que realizar un golpe de Estado que dio luz a la Constitución de 1993, llamada también “Estatuto de la Dictadura”.

La Constitución de 1979 no podía ser derogada y así lo decía su artículo 307, “Esta Constitución no pierde su vigencia ni deja de observarse por acto de fuerza o cuando fuera derogada por cualquier otro medio distinto del que ella misma dispone”.

A Alberto Fujimori, que quiso perpetuarse en el poder en un tercer mandato el año 2000, se le cuestionó hechos como la colocación de un coche bomba al Canal 2, mensaje a toda la prensa que no se sometía al gobierno; así también, los crímenes de Barrios Altos, el secuestro y asesinato de alumnos de la Universidad La Cantuta. Pero la historia tampoco tiene escrita un solo día de paro nacional del comunismo durante el fujimorismo, como las que acostumbra la CGTP en democracia. ¿Alguien podría explicarme el “porqué”?

Una Constitución es para la Nación en su conjunto, por lo tanto, no se trata de redactar constituciones a modo y gusto del gobernante de turno. A la fecha son doce las constituciones que el Perú ha tenido en su historia a las cuales debemos agregar “cuatro estatutos provisorios (1821, 1855, 1879 y 1883) y una constitución confederada (1837)”. Desde 1823 (primera constitución) a 1993 (constitución vigente), hemos tenido 17 textos con los que se ha gobernado el Perú y, lamentablemente, ninguna se ha cumplido y todas fueron vulneradas. En promedio tuvimos una cada 10 años. Si fuera cierto que una constitución mejora nuestra calidad de vida, los peruanos deberíamos ser un país super desarrollado con tantas que hemos tenido.

La Constitución es una forma de control del poder y del ejercicio del mismo. De ninguna manera podrá ser a entera satisfacción de todos y se le debe acatar y respetar. Tampoco se llega al poder para cambiar las reglas que eligieron a un gobernante, culpando a la Constitución de una incapacidad para el cargo sin poder tener éxitos plausibles. Es imposible pedir éxitos a alguien que obtiene 19% de votos, que vive en una nube embobado con las mieles del poder que nunca imaginó, sin Plan de Gobierno y devolviendo favores millonarios a los amigos con dinero del Estado. Eso es no tener calificaciones morales.

En América Latina, la abanderada es la Constitución de México del año 1917, la más antigua Constitución que incorporó muchos derechos civiles por primera vez y otorgó todo el poder al Congreso como primer poder del Estado.

En el Perú queremos redactar una “nueva constitución” porque nuestros vecinos pro cubanos así lo mandan. Qué vergüenza. Esto también es no tener las calificaciones morales para gobernar.

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