“Con todo lo reaccionario ocurre igual:
si no lo golpeas, no cae. Esto es como
barrer el suelo: por regla general, donde
no llega la escoba, el polvo no desaparece solo”
Mao Tse-Tung, El libro rojo.
El terruqueo como forma de calificar y/o denostar al opositor político cobró peculiar intensidad en las últimas semanas. En este momento, y frente a todo lo sucedido, podemos afirmar que bajo el concepto “terruco” se encierran distintos grupos que pueden diferenciarse por la intensidad (violencia) de su reclamo, la visión táctica (que diferencia a la estrategia política que sigue los cuadros políticos adoctrinados) y su actuación como vanguardia revolucionaria (encarnada en el Partido Comunista o como se lo denomine ahora) que conduce al pueblo para la toma del poder.
En tal sentido, es necesario hacer dos disquisiciones:
1.- Estos grupos constituyen una amalgama de cuadros políticos revolucionarios (el terrorista ontológico), colaboradores que pretenden aprovechar el caos para que se atienda su propia agenda (mineros ilegales, principalmente), lumpen alcoholizado y narcotizado, aliados en medios de comunicación regional, dirigentes de base comprados con el dinero del narcoterrorismo y muchos que se suman a último momento para aprovechar y tirar una piedra impunemente, quemar mobiliario del estado, entre otras perlas. Se trata de personas “normales” que se suman a la turba para causar destrucción, a quienes se les puede aplicar el concepto elaborado por Hannah Arendt en el juicio a Eichmann: “la banalidad del mal”. Este concepto nos puede ayudar a entender como un padre de familia convencional incendia una comisaria, mata de una pedrada a un poblador y luego se va tranquilo a su casa a cenar con su familia y descansar.
Estos compañeros de ruta no son accidentales. Como sostiene Mao, sus aliados o “amigos más cercanos son el semiproletariado en su totalidad y la pequeña burguesía” (p. 21). Particularmente, considero necesario prestarle atención a aquellos elementos no visibles que ayudan directa o indirectamente a estas acciones subversivas (profesores de CONARE, miembros del MOVADEF, de Patria Roja, la inefable Juventud Socialista en las universidades públicas).
2.- Podemos constatar la predominancia del maoísmo como ideología política en el ámbito de las izquierdas. Sea mediante una elaboración sofisticada (incluida visita a China) del maoísmo o con la adquisición de ideas rudimentales, nuestra izquierda peruana es mayoritariamente pekinés. Por ello, no debemos soslayar que, a diferencia de otras ideologías tributarias del marxismo clásico e incluso en su versión marxista-leninista, para los seguidores del presidente Mao la pugna es una lucha histórica milenaria. No habrá tregua, proceso de paz, amnistía e inserción al sistema democrático. Este movimiento es de otra índole: “Luchar, fracasar, volver a luchar, fracasar de nuevo, volver otra vez a luchar, y así hasta la victoria: ésta es la lógica del pueblo, y él tampoco marchará jamás en contra de ella (pp.79-80)
Por eso, hay que leer seriamente a Mao para entender contra quienes nos enfrentamos. También a Gramsci, para comprender las características de la “batalla cultural”. Pero no olvidemos que en el Perú, el maoísmo es hegemónico, y por tanto tenemos la obligación de interpretar la actuación de este nuevo accionar terrorista de acuerdo a su estrategia revolucionaria plasmada en el acervo bibliográfico de los principales teóricos del maoísmo.