Punto de Encuentro

Dejemos de ser tontos útiles

No existen dudas sobre la capacidad de las izquierdas para manipular la narrativa cotidiana, incluso para convertir a agresores y criminales en pobres víctimas. Saben usar frases que mueven nuestras fibras más internas o que nos dejan con la sensación de no poder expresarnos en discordancia de manera politicamente correcta.

Lamentablemente la cosa no termina allí, ya que con suma facilidad nos conducen a espacios de discusión, que sabiendo que son inválidos en muchos sentidos, los adornan de tal manera que los terminamos aceptando como tontos útiles.

Sin embargo, guardo la esperanza que a estas alturas del conflicto político existente en el país (y digo político, porque evidentemente no es social), ya tenemos claro que la Oclocracia es la total degradación de la Democracia aunque se disfrace de ella. 

Dicho de otra manera, la Oclocracia es una suerte de "democracia popular" en la que las calles mandan, o mejor aún, en donde las masas manipuladas y acompañadas de matones pagados, definen el rumbo y eso sabemos que no es Democracia.

Una Oclocracia no es otra cosa que una versión  democrática  violenta y bulliciosa, en donde la bulla no sólo opaca  a las ideas que le cedieron paso, sino que congela toda esperanza de mejora basada en el trabajo y el esfuerzo de los más necesitados.

Las "democracias populares" sólo existen en las mentes manipuladoras y dictatoriales de los regímenes socialistas y por supuesto, de democracia no tienen nada. 

Las "democracias participativas" tal como pretenden muchos con la cháchara del Congreso Constituyente, son un engaño porque las entidades participantes no representan a nadie y encima suelen ser elegidas a dedo como los autoproclamados "frentes de defensa".

Por esta razón, después de más  de 2000 años de historia, las democracias modernas y funcionales como la peruana, son "democracias representativas". El pueblo elige a sus autoridades por un tiempo y luego éstas son reemplazadas por otras nuevas. En este escenario, los gritos callejeros sin contenido social deben tratarse con la misma firmeza que tratamos las pataletas de nuestros hijos.

Resulta patético, que periodistas de peso en ambas arenas del espectro político, le den o le quiten importancia a la calle según el número de manifestantes, cuando la calle no gobierna y nunca debe hacerlo. 

Una cosa es salir pacíficamente a pedir reivindicaciones sociales y otra muy distinta a tratar de marcar el ritmo político con la violencia. A los primeros se les escucha, a los otros se les debe meter palo.

NOTICIAS MAS LEIDAS