Dr. José Mario Azalde León
Ando anda mal con el señor López Obrador. Y no son las mentiras ni la ineficiencia de su gobierno. La “hybris”, la desmesura, se apoderó de la psiquis del presidente mexicano. De pronto, tomó mucho interés en la política sudamericana, dando, cual gran estadista, consejos e incluso ordenes de cómo se debe gobernar. Sin ninguna autoridad moral ni política, y ante la opacidad de Lula, los conflictos entre Evo y su camarada Arce, los juicios de la señora Fernández de K., AMLO siente que llegó su momento de consolidar un liderazgo regional que, por cierto, nunca tuvo. AMLO, en su alucinada mente, quiere mostrarnos que su país no dejó de ser un imperio, y como tal, ordena cual emperador. No descarto que piense que lleva sangre de los últimos emperadores aztecas (las intervenciones públicas de AMLO son una sucesión estrafalaria de gags). Lo que sí me parece posible, es que su fin pueda estar más cerca al de Maximiliano I.
Como lo hizo Chávez en su momento, AMLO se mete en todo. Trata a los países de Sudamérica como republicas bananeras. Con su irresponsabilidad, esta destruyendo el profesionalismo de la política exterior del hermano país mexicano. Su apoyo al golpista y corrupto Pedro Castillo, el ataque a la presidente Boluarte, su vergonzosa intervención en la última reunión de CELAC, son una demostración de los afanes imperiales del desquiciado AMLO. Hace unos días, COPPPAL mediante un pronunciamiento, alertaba sobre la decisión de López Obrador de no pasar la presidencia pro-tempore de CELAC a Perú. Simplemente, no le da la gana. Su decisión no responde a una política internacional del Estado Mexicano.
Como colofón de este culebrón político, la presidente Boluarte dispuso el retiro del embajador peruano en México. Para los entendidos, una forma diplomática de romper relaciones políticas, aunque se mantengan las comerciales (la escopeta de dos cañones de la izquierda extrema: ataque político a mansalva, pero relaciones comerciales optimas, incluso “con los gringos”, tal como lo hizo Chávez en su momento vendiéndoles petróleo).
Hoy más que nunca se necesita recuperar la sensatez mediante la recuperación de la institucionalidad que ofrecen alternativas políticas leales al sistema democrático. Esta alternativa descansa en los partidos políticos que son la columna vertebral de los ordenamientos políticos: la alianza entre el PRI, el PAN y el PRD (la alianza Va por México) ofrece una garantía de recuperación de las dañadas instituciones democráticas mexicanas. Aprovechamos esta tribuna para desearle éxito a los hermanos priístas en las próximas elecciones en los Estados de Coahuila y de México.