Cuando Lula (Brasil) habla, lo hace en nombre de América Latina. Diríamos, más concretamente, de Sudamérica.
Algunos olvidan que fueron las reformas de Fernando Henrique Cardoso las que permitieron en éxito en materia social de los gobiernos del PT. Pero el proyecto de los petistas no era crear un mercado común sudamericano. Brasil daba, bajo el lulismo, el abrazo del oso a los países sudamericanos. Para ello tenía como instrumentos a Petrobras, las constructoras brasileñas y su peso en el MERCOSUR que opacaba a la cada vez más disminuida Argentina.
En Perú, los brasileños se aliaron con socios peruanos para ganar las grandes licitaciones de obras de infraestructura. Todos estaban felices con ese dinero brasileño que llegaba, dinero con samba y feijoada. Incluso un despistado expresidente peruano mencionó que su modelo de desarrollo era el del estado brasileño.
Lava Jato tiene una significación política, que va más allá de los exámenes legales: bajo la idea de una política integracionista se generó una red transnacional de corrupción. La estrategia siempre fue acercarse con el ganador de las elecciones para concretar negocios. Cuantos políticos, luego de esas “reuniones”, salían con una sonrisa pensando “que simpáticos son estos brasileños”.
Pero ahora Lula se encuentra de vuelta, luego de estar preso por corrupción. Lawfare según el argentino Zaffaroni. Nuestra pregunta, frente a todo lo ocurrido, es: ¿Brasil, que es una potencia regional y quizás mundial, repetirá su modelo corrupto de posicionamiento regional? ¿Estaremos asistiendo a una nueva forma de imperialismo regional, parecido al que intento en su momento, con su negro dinero, Hugo Chávez?
Lula le debe pedir disculpas al Perú. Debe plantear un nuevo pacto a los países donde las empresas brasileras deseen operar. Y, si tiene esa habilidad política que muchos le reconocen, que de muerto político lo llevó nuevamente a la presidencia de la Republica Federativa de Brasil, podría proponer que su país sea el pivote de la integración regional. En tanto ello no ocurra, las democracias latinoamericanas mirarán a otros mecanismos como la Alianza del Pacifico.