Punto de Encuentro

Javier Milei

Dr. José Mario Azalde León

Pocos recuerdan que el argentino Javier Milei ya no es, propiamente, el “outsider” que la derecha liberal y también conservadora esperaban. Actual miembro de la casta posee varios años como figura mediática, en un esfuerzo que empezó con cameos televisivos y terminó en la cámara de diputados de la nación. En la brega, ha dado sus golpes más fuertes al macrismo, al cual ha dedicado una serie de calificativos de diverso calibre. En ese sentido, es interesante preguntarnos ¿cuál es la lógica de atacar al Macri o el macrismo si los verdaderos rivales son “los K”? La respuesta es muy simple, si lo apreciamos desde la estrategia política: La lucha por el espacio político de la centroderecha.

El éxito del economista de cabello rebelde fue poner en el debate político el problema macroeconómico que experimenta Argentina y mover el centro del discurso político a la derecha. Incluso algunos analistas más audaces concluyen que la persistencia de Milei y su performance política mandará a una inevitable jubilación anticipada a varios referentes K. Ante este escenario, parece que el peronismo optaría por la moderación hacia el centro político.

Como respuesta a este giro a la derecha en el debate público, el sector representado por Mauricio Macri apuesta por la Sra. Patricia Bullrich, abanderada el sector más ultra del espacio político conservador. Dentro de la interna, y ante el surgimiento de diversas candidaturas, la dispersión de votos puede favorecer a Bullrich (confiada en voto duro irreductible) como posible contrincante de Milei. Una duda que aparece y tiene distintas respuestas es si un candidato moderado de la centro derecha (como el actual jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Rodríguez Larreta) sería más idóneo que Bullrich.

¿Qué tiene a favor Javier Milei? Capacidad para captar la decepción/desafección/agotamiento de la política, un discurso antipolítico que mezcla el rock, el cosplay, la insolencia, el desparpajo. Un dato no menor para las particulares preferencias electorales de los argentinos es la carrera deportiva de Milei: llegó a ser arquero de un equipo de fútbol muy tradicional (el popular “Chaca”, el Chacarita). Esa combinación entre fútbol y rock es el equivalente a un asado con todo tipo de carnes para el elector argentino promedio. Y el vino lo pone la propia formación del economista, ducho en la polémica de disquisiciones económicas.

En contra, y desde la realpolitik: Milei no posee estructura política en las provincias ni en el conurbano o la Provincia de Buenos Aires (potente en densidad poblacional) que le podría garantizar una sorpresiva victoria. En ese sentido, organizaciones tradicionales como el peronismo o el radicalismo mantienen sus andamiajes territoriales que les permiten llegan al último rincón del país. Pero este no es el único factor que puede jugar en contra al economista liberal: hay factores endógenos relacionados a su voluptuoso temperamento que lo acercan más, como posible estadista, a un Mussolini o a un caudillo de la antipolítica. Estos discursos siempre han sido efectivos en campaña, pero no sirven para gobernar. Gobernar requiere pactos, acuerdos, la conformación de consensos. En esa línea, Milei no tiene esa plasticidad que exige la propia dinámica política para llegar a compromisos con otras fuerzas políticas. Recuerda aquella famosa frase de Margaret Thatcher: “No soy una política de consenso. Soy una política de convicciones”.

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