Punto de Encuentro

El libro negro de Vladimir Putin

Claire Viricel

Espeluznante resulta el libro de Stéphane Courtois y Galia Ackerman, historiadores especialistas de Rusia, que contiene 22 investigaciones de 13 autores —franceses y extranjeros—, y salió en castellano con Planeta (2022). Es una fuente de información invalorable para entender el porqué de la guerra a Ucrania, la mente de Putin y su círculo, su temible poder construido mediante el terror y que tiene a todo ruso corriente —incluso de la diáspora— u oligarca sometido o neutralizado. El libro consta de tres partes, Crónica de una dictadura anunciada, Una política de desestabilización y agresión, Vías y medios para el poder total. Su lectura aclara todas las dudas que uno podía albergar cuando el 24-02-2022 Putin atacó Ucrania, ante la sideración de los europeos cuya candidez (¿estupidez?) ha quedado al desnudo en esas 462 páginas de minuciosas investigaciones. Abrochemos el cinturón para una breve glosa.

Para entender esta guerra, hay que remontarse a la derrota del comunismo soviético, cuando un banal agente de la KGB operando en Dresde, sediente de hegemonía rusa, Vladímir Putin, se prepara a emular Stalin y Hitler juntos. No soportó la caída, y temiendo por su suerte con la glasnost, le entró un “miedo visceral hacia el pueblo y un odio a la democracia que se intensificarían con el paso del tiempo” (p.21). Mientras un capitalismo salvaje con Yeltsin de presidente era disputado entre el hampa y los exburócratas, las instituciones represivas como el KGB (hoy FSB), Inteligencia, Contraespionaje, alentadas por la ausencia de un tribunal de Núremberg, sobrevivían a las reformas. Sus agentes, unidos en una lealtad absoluta al Kremlin pero  “para saquear el país” (p.26), se hicieron llamar siloviki. Putin, luego de ganarse la confianza de Yeltsin, termina de primer ministro en plena segunda guerra —provocada—, de Chechenia (1999). Se encarga de ganarla mandando masacrar a 1,4 millones de chechenos  (pp.31-32). Elegido presidente en el 2000, empieza a construir su doctrina y su poder absoluto al estilo del KGB: impresionar al público y aterrorizar a los oponentes. Y hacer de la “degradación moral de los rusos un comportamiento político” (p.108). Desde su reelección en el 2004 empezaría la deriva dictatorial. En el 2007, Le Monde señalaba que, en 6 años, hubo 35.000 asesinatos por encargo (p.331). Pues Putin sostiene que solo el “autoritarismo antidemocrático” es posible en Eurasia (p.160).

La Rusia de Putin es el KGB en el poder (p.80). Le lava la cara: “'sirvieron la patria con absoluta abnegación'”. “Perdió la brutalidad que tuvo con Lenin (300 mil cosacos del Don deportados o asesinados) y Stalin (Holodomor, el 'Auschwitz sin hornos'), pero tiene el control total de la población” (p.83). Eso se logra cultivando la misantropía: “repetir incansablemente que el hombre es corrupto, mentiroso, egoísta, hipócrita”, así la representatividad no tiene sentido. “Solo un hombre fuerte sirve” (p.97). “El  propagandista del 'complot contra Rusia' y satanización de los liberales, Zhirinovski, —“demagogo enloquecido”—, elaboró el programa: “culto a la violencia y fuerza bruta; desinhibido expansionismo militar; extorsión planetaria; Estado dictatorial, reivindicaciones territoriales (devolución de Finlandia y Alaska a Rusia, 'allí podremos poner a los ucranianos' (sic); anexión de las antiguas repúblicas soviéticas y chantaje nuclear” (pp.97-98). Proponía “traer esclavos de todo el mundo y cada ruso se convertiría en terrateniente, en un señor”. Un discípulo suyo, Alexander Dugin, “apela descaradamente al 'genocidio' de los ucranianos, 'raza de bastardos', 'hay que matarlos y matarlos” (pp.104/220). También “invita a los franceses a que estiren sus patas de sapo y se preparen para morir”.

Estratega hábil, desde el 2000, Putin se hacía pasar por demócrata pero se ocupaba de “comprar a las élites de Occidente” (p.265). Se hace socio energético mayoritario de Alemania (40% del gas, 30% del petróleo), de Berlusconi en Italia; se hace recibir por lo alto en Inglaterra y Francia por Blair y Chirac (p.45). Shröder, el canciller alemán, aprueba el Nord Stream I, halla parte del financiamiento en bancos alemanes (setiembre 2005) (p.76). Vencido poco después por Merkel, es “nombrado director de la empresa que construyó el gasoducto” y propuesto luego (2017) para encabezar el Consejo de Administración de Rosneft, la empresa estatal rusa de hidrocarburos. Y poco antes del fatídico 24-02-2022, es nombrado Presidente del Consejo de Administración de Gazprom, con 850.000 euros anuales (p.76). Putin coqueteó con Sarkozy presidente en el 2007 ofreciéndole una participación en la explotación del gas de Chtockman (p.267). No obstante haber dicho antes ante G.W. Bush: “No nos estamos preparando para crear una democracia en particular sino adoptar principios democráticos esenciales pero apropiados a las tradiciones de Rusia” (p.45). Y empezó desde entonces a hostilizar europeos y americanos abiertamente. Construyó un poder geopolítico mediante el petróleo y el gas, lo volvió un chantaje. Y cuando se reunió el G7 en San Petersburgo (julio 2006), “pese a todo, Putin fue invitado a esta cumbre de los países democráticos más industrializados, lo que parece haberlo radicalizado en vez de convencerlo” (p.52). Rusia apoya todos los movimientos antisistema (p.143), realiza ciberataques para “reforzar los discursos conspiracionistas” (p.182) y practica una “diplomacia coercitiva” (p.160) como parte de su guerra híbrida contra Occidente. “Socavar las democracias”.  “Putin afianza a regímenes hostiles a Occidente en una suerte de sindicato del crimen o pacto de corrupción” (p.189). Objetivo: destrucción radical y desestabilización permanente (Venezuela, Irán, ultraderechas cualesquiera, África...). Y desde el 2016: "rebalcanizar los Balcanes" (p.200). “Su proyecto va más allá de la destrucción del mundo libre. Es el reinado incondicional del crimen. Ha llegado la hora de comprenderlo y detenerlo” (Nicolas Tenzer).

El futuro es inquietante. Encandilados, “en Occidente nadie se fijó en el discurso del 01-03-2018 de Putin. Presentó el nuevo armamento con el que podría aniquilar EEUU y a los países de la OTAN”. Se trata de dos armas apocalípticas. La primera, el misil de crucero de propulsión nuclear 9M730 Burevéstnik (SSC-X-9 Skyfall, le dice la OTAN), de alcance ilimitado. “Según el jefe de Inteligencia de Defensa del Reino Unido, es un misil aterrador, capaz de permanecer en el aire durante años y estallar en cualquier momento”. La segunda, un misil balístico intercontinental, Avangard, “que se propulsa a las capas más altas de la atmósfera y vuela a 20 veces la velocidad del sonido e impacta como un meteorito y no puede ser interceptado”. Otra joya es Poseidón, un “torpedo nuclear submarino diseñado para impactar el fondo del océano, desencadenar un tsunami radiactivo miles de millas tierra adentro, haciendo todo inhabitable”, con la que amenaza a EEUU. “Militarmente, es algo irracional. Puede destruir un continente entero”. Un arsenal fabricado más bien “para garantizar la impunidad”. Putin: “Podemos decir que ahora Rusia puede dictar sus condiciones. Queremos un nuevo orden mundial postestadounidense” (p.275-277).

Si fracasara, Putin tiene Plan B, impunidad: Socci. El oligarca Navalny está encarcelado por difundir las imágenes del “Palacio” impenetrable “financiado por el dinero de la malversación, para oligarcas y empresas estatales. Residencia faraónica de 18.000 m2 de edificios lujosamente amueblados, en una parcela de 7.000 hectáreas con 300 de viñedos con bodegas, 2 helipuertos, pista de hielo subterránea para hockey, estanque, piscina, casino, teatro, central eléctrica, puerto privado, y ¡una iglesia!” (p.73). 

Según el economista americano Bill Browder, Putin es el hombre más rico del mundo... (p.392) Mediante la “dictadura a través de la ley” (Deep Law).

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