Punto de Encuentro

Michel Walzer y la sexta república francesa

Michel Walzer debería estar de acuerdo con la sexta república francesa, multicultural y tolerante. Por supuesto, me refiero al politólogo y filósofo americano, autor de un libro cuya hipótesis fundamental es que las instituciones políticas y constitucionales modelan el comportamiento, y no al creyente en las causas justas de la guerra. He aquí la ficha bibliográfica del libro que hecha luz sobre la actual crisis política y cultural francesa: Walzer, M. (1998).

Tratado sobre la tolerancia. Barcelona: Editorial Paidos. Para Walzer, los límites de la tolerancia están determinados por las instituciones propias de las formas de gobierno, y de los regímenes políticos. Walzer dice que “la filosofía debe estar históricamente documentada y ser competente sociológicamente, si quiere evitar el mal utopismo y reconocer las difíciles elecciones que con frecuencia se deben hacer en la vida política”.

Este libro adquiere mayor originalidad porque empiriza el concepto y valor de la tolerancia. Se trata de un libro de teoría política, de pensamiento politológico, a la vez, normativo y empírico, que posee las formas de la fenomenología y de la lógica de la comparación, que lleva a cabo el estudio de casos actuales e históricos. Dice: “Las comparaciones entre diferentes formas organizativas son moral y políticamente útiles para pensar”.

Así, se da cuenta de la tolerancia a partir de cinco casos, pertenecientes a Europa, Estados Unidos y Oriente Medio. Precisamente, entre los “casos complicados” se encuentra Francia y sus instituciones y valores republicanos. Es que el problema que aborda el libro, bien podría ser el de la actual problemática francesa: ¿Qué es lo que la tolerancia sostiene, y cómo funciona? Nuestro autor apunta: “Mi tema es la práctica de la tolerancia o, quizá mejor, lo que ella hace posible: la coexistencia pacífica de grupos humanos con diferentes historias, culturas e identidades”. Se operacionaliza, a modo de variables, las diversas instituciones políticas y constitucionales que conforman las actuales formas de Estado y las formas de gobierno, en referencia a su impacto positivo en la estructuración, o desestructuración, de una sociedad tolerante.

He aquí la paradoja: Francia está entre los inventores del régimen republicano y del Estado nacional, pero, por su propia tradición de teoría política y su propio proceso histórico, no es una sociedad tolerante. Así lo creyeron todos, desde Rousseau hasta Sartre, que, al referirse a la defensa francesa del judío, dijo que lo rescata como hombre, pero que “lo aniquila como judío… no le deja nada… sino ser sujeto abstracto de los derechos del hombre y del ciudadano”. Es más, como anota nuestro autor, una anomalía del pensamiento político y social francés es la “ausencia conceptual de la diferencia cultural”.

Francia no se ha ocupado de sí misma a partir categorías culturales como “la etnicidad”, “la multiculturalidad”. Lo que ha ocurrido en casi dos siglos y medio es que, como señala nuestro autor, “uno puede convertirse en francés… haciéndose republicano”. Por alguna razón, Francia siempre supuso que los inmigrantes no iban a organizarse en sociedad civil, a partir de su propia comunidad étnica, de manera paralela y en conflicto con “les citoyens”.

Es contradictorio: Francia se hizo pluricultural por su propia mano colonialista, pero se ha construido como Estado nacional republicano, al margen de la conceptualización de sus diferencias culturales. Cedámosle la palabra a Walzer y su definición moral de Estado nación: “el Estado nacional es el régimen de tolerancia más apropiado”, “el Estado nacional es en sí mismo un tipo de corporación cultural y dentro de sus fronteras reclama el monopolio de tales acuerdos. La tolerancia en los Estados nacionales no se centra habitualmente en los grupos sino en los individuos que participan, quienes normalmente son considerados de manera característica primero como ciudadanos y posteriormente como miembros de esta o aquella minoría”.

Pero, también marca lo siguiente: “Francia es el Estado nacional clásico y, al mismo tiempo, es la sociedad inmigrante más destacada de Europa; de hecho, es una de las sociedades inmigrantes más importantes del mundo”. Walzer dice que Francia “no es todavía una sociedad plural”, a pesar de ser una sociedad de migrantes. Más aún, Francia jamás toleraría ser “una nación dentro de otra nación”, pero su nueva Bastilla es tomada por la multinacionalidad francesa. No obstante, Francia habría tenido siempre una gran capacidad de asimilación, basada en una cierta “identidad expansiva”, y habría cumplido lo real maravilloso del poder asimilativo de sus valores republicanos.

Finalmente, he aquí mi hipótesis de trabajo presentada en el curso de Seminario de Ética, del Doctorado en Filosofía, en San Marcos: Francia ha tenido cinco repúblicas históricas, que han implicado su fundación y refundación, a partir de sus instituciones políticas y constitucionales. Michel Walzer debería estar de acuerdo con la sexta república francesa, multicultural y tolerante.

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