Por Roberto Rendón Vásquez.
Una persona con un puesto de trabajo estable y debida y racionalmente remunerado está en capacidad económica de sustentar su existencia y la de su familia, así como su salud, la educación de sus hijos y habitar una vivienda, aunque modesta sin aprietos; podrá aportar regularmente para asegurar una pensión en su ancianidad, también aportará al Estado con sus impuestos. Él estará alejado de la informalidad y la miseria. Por ende, a falta de empleos se incrementará la pobreza que hasta puede ser extrema, creciendo la informalidad y la delincuencia.
Un país requiere empresarios que inviertan en centros de trabajo para la producción de bienes y servicios. A más inversionistas habrá mayor cantidad de centros de producción que requieran cada vez más mano de obra debida y dignamente remunerada. Lamentablemente en el Perú desde hace lustros se ha ahuyentado a empresarios nacionales y se ha espantado a los extranjeros que deseaban invertir capitales para la extracción de las abundantes riquezas en minerales, agricultura, pesca, etc. y transformarlas en productos para los mercados nacionales y extranjeros. La consecuencia ha sido que muchos inversionistas “han salido” del país y los extranjeros no sienten que se les brinde garantías y no vienen al Perú. A la vez se han cerrado centros de trabajo y dejado sin empleo a muchos. Consecuencia ha crecido la informalidad y la pobreza llegando hasta la extrema.
Hace lustros debido a la “informalidad” política, luego con la pandemia del convid-19 y con el proceso electoral del 2020 y 2021 y la elección del Presidente del sobrero, se han cerrado muchos centros de trabajo dejando sin empleo a trabajadores estables. Por los pregones políticos muchos empresarios han sacado sus capitales del país y los extranjeros tienen temor de venir a invertir en el Perú por falta de garantías; consecuencia: cada vez hay menos puestos de trabajo, se ha generado la informalidad económica y laboral y ha crecido la pobreza y desmejorado los servicios públicos de salud, educación, seguridad; hasta se ha afectado la recaudación de impuestos.
Es tiempo que los políticos “electos” y en funciones en los Poderes Ejecutivo y Legislativo se ocupen de resolver los problemas nacionales. No basta “que de boca” invoquen a empresarios extranjeros vengan al Perú con sus capitales, sino que se les garantice real y efectivamente que no afectaran sus capitales con pregones y actos políticos. Es necesario que con honestidad se les garantice que se respetará sus inversiones dentro de una política y legalidad nacional.
Las inversiones de empresarios nacionales y de extranjeros que inviertan considerables cantidades de capital en el Perú incrementará la explotación minera, pesquera, agrícola, etc. las que con valor agregado permitirán no solamente exportar minerales, pescados y productos agrícolas sino productos elaborados para los mercados no solo nacionales sino principal y fundamentalmente para los internacionales. Es conocido en países europeos, asiáticos, del continente americano y Oceanía que los productos peruanos son requeridos cada vez más y tienen excelentes y racionales precios para los comerciantes y consumidores.
Los inversionionistas nacionales y extranjeros para sus negocios requerirán crear importantes centros de producción para fabricar, con valor agregado a las materias primas mineras, pesqueras, agrícolas, artesanía, etc. y esencialmente requerirán trabajadores a quienes garantizarán puestos de trabajo estables y con racionales y dignas remuneraciones. A mayor cantidad de producción para servir sobre todo el requerimiento de los consumidores del extranjero, necesitarán mayor cantidad de trabajadores. Por ende, es imprescindible que en el Perú los políticos postulantes y electos cambien “de discurso” y que razonen que no se debe espantar a los empresarios nacionales ni cerrar con “discursos” la llegada de extranjeros los que para sus negocios de producción respeten las normas nacionales. Ello no significará que se afecte sus cpmcepciones ideológicas y doctrinarias.
Las experiencias de naciones asiáticas que han aperturado sus países a inversionistas extranjeros no ha afectado su concepción ideológica como gobernantes. La decisión de Deng Xiaoping en 1978, el padre de la nueva China, que superando las denominada “Banda de los Cuatro” aperturó la República Popular China a inversionistas extranjeros y ha convertido su país en una potencia económica mundial camino a ser la primera del mundo. Es lección, ¡Aprenderla!