Jaime Villanueva representa varias paradojas, entre ellas, la paradoja política de ser un filósofo que, en su condición de tal, participa como un actor político, en su caso desde el lado oscuro, en la estructura, en el proceso y en el resultado del sistema político. Este artículo, y el caso del Villanueva, se circunscriben en los aproximadamente dos mil quinientos años de la paradoja platónica del rey filósofo. Platón, en el Libro V de “La República”, en el diálogo entre Sócrates y Glaucón, pone en boca del viejo tábano lo siguiente: “A menos que los filósofos reinen en los Estados, o que los gobernantes o reyes filosofen de un modo genuino y adecuado, y que coincidan en una misma persona el poder político y la filosofía, no habrá fin de los males para los Estados ni tampoco para el género humano”. Es que, para Platón el filósofo debía ser realmente virtuoso. Incluso lo distinguía del artista, en cuanto que el filósofo no solo disfrutaría de los sonidos, colores y figuras, sino que también reconocería la belleza y el bien, pues tenía la capacidad de distinguir entre la apariencia y la realidad. Para Platón, los filósofos “aman el espectáculo de la verdad”, pues al tener acceso al conocimiento pleno, también acceden a la verdadera naturaleza buena o mala de las cosas. La idea es que el filósofo distingue el bien de la apariencia del bien. Para Platón, el filósofo se aproxima a la idea del bien, a partir de su formación rigurosa en matemática: en números y cálculos, geometría plana y de los sólidos. También se aproximaría al bien por su conocimiento en astronomía y armonía. Es educado y entrenado en las virtudes de la sabiduría, la valentía, la justicia y la moderación. Más aún, debe ser probado en los placeres, los temores y las fatigas. En suma, el filósofo debe ser un hombre bueno que procurare el bien, para sí mismo y para todos los hombres.
Villanueva tiene la ineptitud política del filósofo puro, pues se mueve con conceptos políticos cuyo nivel de abstracción le hacen adolecer de empiria, de realidad política. En verdad, Platón, al buscar al rey filósofo, pierde al filósofo para la práctica política: “El método dialéctico es el único que marcha, cancelando los supuestos, hasta el principio mismo, a fin de consolidarse allí. Dicho método empuja poco a poco al ojo del alma cuando está sumergido realmente en el fango de la ignorancia, y lo eleva a las alturas, utilizando como asistentes y auxiliares para esta conversión a las artes que hemos descrito”. Aunque, claro está, lo abisma a la acción política: Le prepara un programa de estudios y de vida política que deviene en esquizofrénico: En cuanto a los estudios, dice que los filósofos deben tener dos o tres años de educación física hasta la edad de veinte años; y luego deberán pasar cinco años estudiando dialéctica. En cuanto a su vida política, dice que ésta se debe desarrollar entre los treinta y cinco y cuarenta años de edad, y que debe desempeñar diversos cargos oficiales, donde los filósofos han de adquirir experiencia práctica y pondrán a prueba su tenacidad para resistir las diversas tentaciones del cargo público. Es a partir de los cincuenta años que los filósofos podrán contemplar el conocimiento y el bien a tal punto que entonces tendrán la capacidad para gobernar. El filósofo, platónicamente, debe ser tan capaz intelectualmente, y tan formado como hombre bueno, que pertenecería a la única etnia académica capaz de competir con la sabiduría de los ancianos. La idea también es que todos los ciudadanos deberían aprender filosofía para ser mejores en razonamiento y valores. Por ello, la propuesta del retorno de la enseñanza de la filosofía a los colegios. Conozco a Villanueva porque estudié con él en la Escuela de Filosofía en San Marcos. Su mal, su desgracia, es de origen: Como el propio Platón, que convertido en político estuvo a punto de perder la vida varias veces, y al ser vendido como esclavo, perdió su libertad. A Villanueva no le alcanza haber concluido su formación, como también lo quería Platón, en el saber supremo de la dialéctica. Es que, Nicolás Maquiavelo, la tradición del espejo de príncipes, y las lecturas de estrategia política, no es para razonamientos deductivos. Por ese mal camino, entre nosotros, la filosofía ha parido a Abimael Guzmán, al más grande sociópata de la historia del Perú. Jaime Villanueva vive varias paradojas, entre ellas, la paradoja política, o el sesgo, de ser filósofo.