Claire Viricel
El domingo 17/12, los chilenos acudían nuevamente a las urnas para quedarse con la actual Constitución de 1980 o adoptar una nueva, materializándose así el deseo expresado en el plebiscito de entrada del 2020 luego del estallido social. En la capital, buen sol y buena temperatura invitaban a desplazarse temprano para cumplir, con resultado cantado, un deber que no se volvería festejo alguno porque Chile "estará más dividido aún que antes". La gran pregunta que el elector tenía que responder era si el nuevo texto (tildado de "Kastitución" luego de ejercer su hegemonía política el Partido Republicano de Kast en el Consejo Constitucional) era mejor que el actual ("la de Pinochet", que pasó a llamarse "la de Lagos" en palabras del oficialismo, temeroso de una nueva derrota). El texto mismo había dividido la derecha mayoritaria, y la campaña, derecha e izquierda. El resultado es un nuevo Rechazo, anticipado el 2/12 por casi todas las encuestadoras (12/14), de las cuales tres estuvieron bien cerca del resultado final (55,76% En contra - 44,24% A favor): Black&White, CNostra, Activa Research. Sorpresa no hubo. Advertencia sí. Veamos.
La corta campaña la resumió así el El Mercurio en su 'Crónica constitucional' del 15/12: "silencios tácticos, protagonismos sorpresivos, votaciones cruzadas y desinformación". El texto parido, si bien quedaba dentro de los 12 bordes consensuados por la Comisión Experta en el Anteproyecto, había sido modificado al gusto de los republicanos (en contra del segundo proceso, pero, curiosamente, los más votados) desvirtuando el proceso mismo de buscar la concordia, como señaló el filósofo Carlos Peña (EM 15/12/23). Un sabotaje, por "hiperideologización" (politólogo Carlos Meléndez dixit) fuera de contexto, pero un texto que traía una mejora sustantiva del diseño político que, según el docente Sebastián Edwards (EM 01/12/23), "se echó a perder el 27/04/2015, cuando se reemplazó un sistema político que fomentaba entendimientos y acuerdos por uno que promovía la fragmentación y la polarización." Opinión que comparte Alfredo Joignant, sociólogo: "La degradación de las instituciones democráticas chilenas se origine tal vez en la reforma electoral de 2015 que deja definitivamente atrás al sistema binominal (una reforma que permitió incorporar a fuerzas que hasta entonces no lograban acceder a escaños parlamentarios), revirtiendo esa lógica de exclusión en beneficio de su perfecto antónimo: una inclusión radical que desembocó en una forma extrema de fragmentación, especialmente de la Cámara de Diputados, hoy conformada por 21 partidos —muchos de ellos hidropónicos, sin raíces en la sociedad— y 39 diputados independientes, toda una anomalía" (El País, 17/07/23).
La inestabilidad del sistema político actual inquieta más a la clase política que a los electores. Zarko Luksic (Amarillos por Chile) decía: "Votar en contra es la continuidad, mantener un sistema político inestable, ingobernable que lo tiene trabado. El cambio permite destrabar y empezar a preocuparnos del crecimiento, terminar con una Constitución ilegítima en su origen y que puede haber tenido muchas reformas y haber mejorado mucho, pero nadie le va el a quitar el sello de la Constitución de 'cuatro generales' como dice el Presidente" (EM 17/11/23). Felipe Harboe, consejero por Republicanos: "Necesitamos terminar con el bloqueo recíproco de las últimas cinco administraciones", que impidió las grandes reformas esperadas, salud, pensiones, educación, seguridad, probidad y crecimiento. Añadió que "Chile no resiste una década más con los actuales niveles de desigualdad, rabia, resentimiento y mal servicio público. La calle demanda reformas, mas no revoluciones" (EM 08/12/23).
Otras opiniones. Iván Poduje, arquitecto: "Sin perjuicio del resultado del plebiscito del 17/12, estos cuatro años nos dejan un saldo amargo y preocupante. Desde el Acuerdo del 15/11/19, Chile ha experimentado un deterioro significativo en todos sus índices sociales y económicos, con bandas terroristas y de crimen organizado que amenazan nuestro futuro".
Sylvia Eyzaguirre, filósofa: "Gane quien gane, el saldo será un país más dividido y una clase política aún más desprestigiada. Las personas tienen rabia, están enojadas, decepcionadas. Todavía los políticos no acusan recibo de que son ellos la causa del problema. A partir del 18/12 la principal tarea de Chile debiera ser recuperar la affectio societatis, sin ella no hay Constitución que nos salve" (LT 16/12/23).
Karin Ebensperger, periodista: "Cualquiera sea el resultado, el texto que prevalezca debería ser honrado como un pacto social. Será un desenlace ultraplebiscitado, la constitución que quede la más legitimada tras ese largo proceso" (EM 20/11/23). ¿Cómo explicarlo a las socialdemocracias europeas?
Acudamos a Claudia Hess, politóloga: "El ambiente en ambos ejercicios representativos —Convención y Consejo que contaron con mayorías inusuales que jugaron un papel clave—, fue menos propicio a la búsqueda de mínimos comunes que a la polarización y falta de consideración por las preferencias de la minoría. Así el Consejo fue incapaz de aprender de los errores del primer proceso y de los acuerdos alcanzados con gran dificultad por la Comisión Experta. Los procesos exitosos han logrado representar un anhelo compartido de reforma. En cambio, la reciente experiencia chilena ha mostrado la fragilidad de nuestros mecanismos de mediación política y ha sido incapaz de sintonizar con las preferencias del electorado. Nuestros plebiscitos se han parecido más a los referéndums del Brexit o de Colombia en el 2016 que a procesos constituyentes con deliberación pública y plataformas programáticas capaces de construir grandes acuerdos para dar vuelta la página sobre un grave problema institucional. La tarea hoy es tomar conciencia de esta fragilidad política para prevenir los peligros que acechan a las democracias contemporáneas" (EM 17/11/23).
Al día siguiente, el diario Las Últimas sentencia: "Como lo dijeron anoche políticos de todos los colores, tras 4 años de trance constitucional y un desenlace fallido, anoche no había nada que celebrar". Y bastante por temer.
Ignacio Imas, cientista político: "Hoy la clase política perdió, incluida la expresidenta Bachelet, porque en tres procesos constituyentes, no lograron concitar las mayorías para aprobar las propuestas. Creo que el resultado tiene que ver con un sentimiento anti-elite y anti-establishment que tiene la ciudadanía a nivel transversal hoy en día". Opinión también de Carlos Meléndez: "El anti-establishment deconstituyente se ha fortalecido en esos intentos constituyentes. Y han devaluado un poco más la política. He visto retroceder a Chile por responsabilidad de sus líderes políticos (y acólitos intelectuales)" (LT del 5/12/23)
Diego Vela, presidente de Revolución Democrática: "Este no es un triunfo, es un llamado de atención al sistema político, hemos fracasado en dos procesos".
Leonidas Montes, Centro de Estudios Públicos: "Hubo claramente un cansancio. Fueron 4 años de una fallida aventura constitucional que demostraron que lo que hubo fue un solipsismo que en filosofía política significa, a grandes rasgos, poner en la mesa las convicciones por sobre los acuerdos. El cambio en el sistema político era algo importante. Hoy cada parlamentario es un partido en sí mismo".
E Ignacio Imas se dirige a la clase política: "La necesidad de cambios por parte de la ciudadanía sigue ahí. Parece que no están entendiendo el resultado de hoy. Probablemente tengamos un sentimiento de desafección aún mayor, sin un estallido social, no hablo quema de edificios, me refiero a tentaciones a seguir liderazgos de corte populista". Como Daniel Matamala, periodista, en otro diario: "Transar se había convertido en una práctica pecaminosa". Ahora bien, sin acuerdos, no hay política y menos democracia, advierte (LT 16/12/23). En política, nadie sabe para quién trabaja.