Por Antero Flores-Araoz
En muy pocas ocasiones hemos podido observar, expresiones de reconocimiento y gratitud a alguna autoridad, incluyendo por supuesto a las autoridades religiosas.
Las expresiones de solidaridad, reconocimiento y gratitud que se han hecho públicas, ante la renuncia temprana e inmotivada de Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, al arzobispado de Piura y Tumbes, sea desde instituciones públicas como también privadas, e incluyendo a organizaciones sociales de base como comedores populares, vaso de leche y muchas otras, no hacen otra cosa que resaltar la eficiente tarea religiosa y social de Monseñor Eguren.
Hemos sido testigos de pronunciamientos de las autoridades regionales, municipales, gubernamentales, judiciales y del Ministerio Público, así como universitarias en que destacan el compromiso social de Monseñor Eguren, su eficiente manejo de la arquidiócesis, su permanente tarea para generar vocaciones religiosas y su encomiable labor para que en la arquidiócesis se atienda la vida espiritual de la comunidad.
La huella que ha dejado Monseñor Eguren, no se circunscribe a Piura y Tumbes, pues antes fue obispo auxiliar de Lima, cuando su arzobispo era el cardenal Juan Luis Cipriani, con quien contribuyó con esmero y profunda entrega.
Antes había sido párroco de la Iglesia de la Reconciliación, en el distrito capitalino de La Molina, y el autor de esta nota puede dar fe de su eficiencia y compromiso en la década en que fue párroco, ya que fue nuestro queridísimo conductor espiritual, demostrando estoicismo y a la vez eficiencia, lo que podemos atestiguar, quienes estuvimos en su rebaño.
En lo material, Monseñor Eguren se caracterizó por estar detrás de las autoridades para que pudiesen ejecutar las obras públicas necesarias para prevenir efectos nocivos de la naturaleza, como los del Fenómeno del Niño, la intensa labor para paliar las consecuencias de la pandemia del Covid 19, así como para enfrentar al Dengue. La búsqueda de oxígeno fue trascendente labor de Monseñor Eguren durante la famosa pandemia.
Podríamos seguir y seguir dando cuenta del trabajo pastoral de Monseñor Eguren, humilde y alejado de los reflectores, pero he querido dejar espacio a fin de expresar enojo, ante una solicitud pontificia de renuncia, que en la práctica es una orden y que el renunciante cumplió abnegadamente, ejercitando su voto de obediencia, ya que ni siquiera estaba cercano a la renuncia obligatoria por razón de edad.
Pero peor que lo antes señalado, ha sido la actitud de algunos medios de expresión, insinuando comportamientos indebidos. Uno se puede defender ante infamantes acusaciones, pero ello es difícil tratándose de cobardes insinuaciones.
Sus feligreses lo extrañaremos querido Monseñor Eguren, aunque estamos seguros, que desde el llano seguirá luchando por la evangelización, por la elevación de los niveles de vida de la población y por la justicia social. Su tarea no ha concluido, tiene nuevos desafíos desde la base eclesial.