Dina Boluarte, tiene una aprobación de 5% según las últimas encuestas. Haciendo un recuento de los hitos más importantes de su mandato, la cifra anterior no sorprende. Solo basta recordar que inmediatamente después de su juramentación, se produjeron varias decenas de fallecimientos en protestas en su contra y a favor de su antecesor. Además, con el objetivo de reafirmar su posición en el Perú y el extranjero nos dejó varios ridículos internacionales como sus reuniones inexistentes o fallidas con el Papa y el presidente Biden, por dar sólo algunos ejemplos. Asimismo, las contradicciones con sus ministros no tardaron en llegar, recordemos la inmensa y bochornosa falta de claridad respecto al “Plan Boluarte”, el cual, para todo efecto práctico, no existe pues la inseguridad en nuestra nación solo ha sabido aumentar.
Su capacidad para designar cargos también es de suma preocupación. Veamos nomás a su expremier Alberto Otarola, quien en momentos fue el bastión de Dina y posteriormente demostró su incapacidad y falta de idoneidad para asumir el cargo al tropezar con la misma piedra que muchos políticos varones y que en este caso lleva de nombre Yaziré. A lo anterior se suma que sus conflictos contra el Ministerio Público no cesan y ella no atina a salir airosa. Hasta un coronel, Colchado, que ha fungido de esbirro político de algunos fiscales consiguió entrar a su domicilio para requisarla y ya hasta capturó a su hermano. Finalmente, algo que parece ya haber pasado al olvido es todo aquello que se le imputó antes de ser presidente, es decir, antes y durante su vicepresidencia y participación como ministra durante el gobierno Castillo. Me refiero a ser la tesorera de los dinámicos del centro, sus aventuras por Apurimac, y ser de la cúpula del prófugo Vladimir Cerrón. Sintetizando, Boluarte no solo a amasado un sinnúmero de imputaciones por aparentes irregularidades sino que en términos políticos también ha demostrado una incapacidad difícil de superar.
Sin embargo, lo que sí sorprende es que el congreso pase por agua tibia todo aquello que a Boluarte se refiera. Ya se han presentado dos mociones de vacancia, ambas fueron rechazadas sin siquiera ser admitidas a debate. Adicionalmente, luego de la accidentada caída de Otarola, su sucesor Adrianzén, no tuvo mayor resistencia para recibir de buena manera su investidura. Tampoco se han visto mayores criticas por el paupérrimo y deplorable manejo económico de su gobierno, quien aun sigue siendo incapaz de hacer que la economía despegue. No han habido efectos reales sobre su vinculación con el prestamista de Rolex, Oscorima, ni que se dedique a declararse la mamá de los peruanos junto al infame Acuña.
Lo anterior, responde a un indubitable secreto a gritos, el pacto entre el parlamento y el ejecutivo. Uno puede llegar a creer que aquel pacto se debe a que los congresistas o sus facciones se ven favorecidos con algún ministerio o por la asignación irregular de proyectos a ciertas regiones, lo cual ha venido sucediendo. Pero considero que ese análisis se queda corto y no termina de llegar al fondo del asunto. Por tanto, analizando la propuesta legislativa por la congresista Adriana Tudela creo que se puede dar luces al respecto. Me refiero a la segunda moción de vacancia que no fue admitida a debate incluso sucediendo en el contexto del ya muy sonado caso Rolex.
Consecuentemente, más allá de los beneficios que algunos antojadizos congresistas puedan recibir, parece que el congreso como unidad prefiere no remover de la presidencia a tan cuestionado personaje pues todas y cada una de las facciones están aterradas de lo que unas elecciones adelantadas puedan significar. Parece que no llegar a una nueva contienda electoral es el mal menor, pues ningún partido ha podido llegar a consolidar un candidato que de ilusión alguna. En otras palabras, unas nuevas elecciones encontraría a toda la clase política actual con los pantalones abajo.
No existe una sola figura actual que sepa conectar con el electorado y esto se ve claramente reflejado en la vacilación de los peruanos al elegir en encuestas una preferencia de voto y el inmenso rechazo que tienen hacia la inmensa mayoría de políticos de turno. Por consiguiente, creo imperativo hacer hincapié en que existe una necesidad inexorable de renovación o reconfiguración en el escenario político contemporáneo. Dicha renovación no solo debe ser de personas, sino también de ideas y discurso. Espero quede claro que no aspiro a que los movimientos actuales modifiquen de manera radical sus ideas centrales, sino que sepan adaptarlas a las necesidades del momento y comunicarlas de manera adecuada y haciendo un uso inteligente de las plataformas de hoy. La política peruana, tristemente, no ha podido seguir el ritmo del avance y modernización.
Siendo aprista, debo imputar a aquellos que hoy manejan a mi partido que no han sabido hacer una interpretación del espacio y tiempo contemporáneo. Es mas, parece haber ocurrido una regresión a épocas anteriores al 2006, donde por lo menos existió una estrella animada y una canción de reggaeton. No pongo en duda su convicción por las luchas justas, en lo absoluto, pero sí critico severamente el camino elegido para seguir siendo relevantes. Renovarse o morir.