Punto de Encuentro

El principio del mal menor

El Perú atraviesa una de las coyunturas políticas más convulsionadas de su historia contemporánea. A pesar de destacarse como un modelo macroeconómico en la región, con décadas de crecimiento sostenido y una impresionante resiliencia financiera frente a crisis globales, el panorama político nacional está marcado por una profunda inestabilidad y arraigados problemas de corrupción. Este contraste entre estabilidad económica y caos político refleja una fractura institucional que compromete el desarrollo integral del país. En las últimas décadas, el sistema político peruano ha sido sacudido por escándalos de corrupción que involucran a figuras de alto nivel. Al menos cinco expresidentes han enfrentado procesos judiciales por delitos relacionados con corrupción, desde sobornos vinculados a empresas transnacionales hasta abusos de poder flagrantes. Este historial ha generado un clima de desconfianza generalizada en las instituciones y una crisis social que se manifiesta en protestas recurrentes, polarización y un creciente desencanto ciudadano. La destitución de Pedro Castillo en diciembre de 2022 marcó un punto crítico en esta crisis. Su fallido intento de disolver el Congreso y tomar control absoluto del poder desencadenó su reemplazo por la entonces vicepresidenta Dina Boluarte. Este evento no solo exacerbó la división política en el país, sino que también planteó una serie de dilemas éticos y pragmáticos sobre el rumbo que debe tomar el Perú para evitar un colapso institucional. Dina Boluarte y el principio del mal menor. La llegada de Dina Boluarte al poder no ha estado exenta de controversias. Desde el inicio, su gobierno ha enfrentado desafíos colosales: protestas masivas, tensiones con sectores radicales asociados al legado de Sendero Luminoso, y presiones de grupos políticos tradicionales que históricamente han usufructuado del poder. En este contexto, su liderazgo no representa una solución ideal; sin embargo, se percibe como una necesidad para evitar el retorno a alternativas políticas más extremistas o desestabilizadoras. Esta situación refleja la aplicación del principio del “mal menor”, sintetizado en la máxima latina De duobus malis, minus est semper eligendum. Este principio, que significa “De dos males, siempre se debe elegir el menor”, tiene su origen en el Libro II de la Ética Nicomáquea de Aristóteles. Según esta premisa, cuando no es posible optar por una solución óptima, se debe elegir la alternativa que cause el menor daño posible. A lo largo de la historia, este enfoque ha guiado decisiones políticas y éticas en situaciones de crisis y dilemas complejos. En el caso peruano, la aceptación del liderazgo de Boluarte encuentra plena vigencia bajo este principio.

El principio del mal menor no es exclusivo del Perú. En otros momentos históricos, ha sido aplicado como estrategia pragmática para enfrentar dilemas éticos y políticos. Durante la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill fue elegido para liderar al Reino Unido contra la amenaza nazi, pese a ser una figura divisiva en tiempos de paz. De manera similar, en la Guerra Fría, potencias occidentales respaldaron a gobiernos autoritarios en América Latina como un medio para contener la expansión del comunismo. En el contexto latinoamericano, el principio del mal menor también ha sido utilizado para justificar decisiones controvertidas. Por ejemplo, en Brasil, el impeachment de Dilma Rousseff y la posterior llegada de Michel Temer al poder fueron interpretados por algunos sectores como una forma de evitar una crisis económica más severa, aunque esta decisión profundizó la polarización política. Desafíos y oportunidades para el Perú. Aunque el liderazgo de Boluarte ha permitido mantener una estabilidad relativa, la política del mal menor debe ser entendida como una solución temporal, no como una estrategia sostenida. El Perú enfrenta desafíos estructurales que van más allá de la coyuntura actual. Entre ellos destacan: Reformas institucionales profundas. Es imperativo fortalecer el sistema judicial, garantizar la independencia de los poderes del Estado y combatir la corrupción de manera efectiva. Reconstrucción de la confianza ciudadana.

En síntesis, el liderazgo de Dina Boluarte es un caso contemporáneo de la aplicación del principio del mal menor. Aunque su gestión no cumple con los estándares democráticos ideales, ha sido la opción más viable en un panorama cargado de riesgos. Este período de estabilidad frágil debe transformarse en una plataforma para implementar reformas que fortalezcan la institucionalidad y conduzcan a una gobernanza más inclusiva y confiable. Solo así el Perú podrá superar la lógica del mal menor y avanzar hacia una democracia sólida y representativa.                           

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