La mayoría de las actuales agrupaciones difícilmente podrían aspirar a cumplir 50 años de vida, pues sólo responden a las aspiraciones de su líder y fundador, y deben su propia existencia a un conjunto de condiciones que no manejan ni pueden prever. No obstante, el medio siglo pepecista no será festejado como merecería un partido político que logró ser coautor de dos Constituciones, la de 1979 y la de 1993, incluyendo en ellas gran parte de su doctrina socialcristiana y que estuvo a punto de ingresar a la segunda vuelta presidencial, también en dos ocasiones, con enormes posibilidades de ganar sendas elecciones presidenciales.
Nacido como respuesta al golpe militar y a su agenda socialista, el PPC encontró ubicación en la centro derecha del espectro político, construyendo además, una marca prestigiosa aunque desprovista de excesivo encanto popular. El país podía estar seguro que era un partido de personas serias, de planteamientos moderados y de talante reflexivo. No era fácil descubrirlos haciendo afirmaciones rotundas y mucho menos gestos demagógicos. Así, cada voto les costaba muchísimo trabajo, pues tenían que convencer al no poder entusiasmar. Sin embargo, en el terreno de las ideas fueron mucho más influyentes que varios de los partidos que sí lograron aupar a sus líderes al poder, disfrutando el desborde emotivo del flash electoral, el pepecista nunca.
En los últimos cinco años, todas las facciones que hoy disputan, cometieron todos los errores políticos posibles, y la actual situación partidaria es tan solo consecuencia de esa suma. El optimista señala que hubo tiempos peores y que el Partido tiene posibilidades de recuperación. Ciertamente, la salida de Borea representó un grave reto organizativo, la división de Andrade Carmona fue terrible, se marcharon más de la mitad de los cuadros municipales y se debilitó la médula partidaria. Pero el peor momento fue la pérdida de la inscripción, la que remonta con mucho esfuerzo Antero Flores para luego alejarse con gente muy bien formada y capaz.
Dios aprieta pero no ahorca, rezaba un antiguo dicho. El Perú y Latinoamérica experimentan un auge conservador, respondiendo al liberalismo social que corrientes extranjeras quieren imponer. El onegeísmo favorable al aborto, a la ideología de género radical, crea nuevos espacios políticos en favor de la defensa de valores tradicionales, los que permitieron el crecimiento y el desarrollo de las potencias occidentales. El ciudadano que descubre que sus hijos pequeños están siendo educados con manuales que enseñan que la persona no nace hombre ni mujer sino que cada quien asume un comportamiento condicionado por el entorno social, por ejemplo, necesita de un Partido que asuma, en principio, la defensa del principio cristiano que señala que es en el hogar donde se forma a las personas siendo el colegio un espacio necesario pero adicional.
El partido político se nutre representando tendencias que existen en la sociedad. El PPC tiene una coyuntura favorable que allana el camino de su reanimación, sólo necesita recuperar la ecuanimidad y reconstruir su unidad en la defensa de la doctrina común.