Danilo Guevara Zegarra [i]
Purificar por el fuego
Es harto conocido que la Revolución Francesa se gesta como un movimiento que tiene como basamento la universalidad de los derechos y las libertades humanas. Visto de esa manera, la democracia, que es hija predilecta de la Revolución, se convierte en el proyecto civilizador más importante de la humanidad en cuanto postula una situación donde el pueblo libremente elije sus destinos.
Francia, a pesar de ser cuna de este movimiento revolucionario, alcanzó en forma tardía o relativizada los derechos y libertades proclamadas. Recordemos que el sufragio universal para los varones o la abolición de la esclavitud en sus colonias llegaron con la Segunda República de 1848 que, a la par, oh contradicción, relanzaba una decidida campaña de colonización de naciones en su mayoría musulmanas. Hasta aquí nada que fuera extraño a la política imperialista de las grandes potencias europeas del siglo XIX.
Este proceso generó una relación de culpa y remedio entre Francia y sus (ex) colonias hecho que explica la ola migratoria que toma impulso desde la década de 1950 y que trae como consecuencia que en la actualidad alrededor de 7 u 8 millones de magrebíes, argelinos, tunecinos o marroquíes se hayan establecido en territorio francés.
Profusamente se ha dicho sobre la escasa o nula integración de estos migrantes a una sociedad abierta como la francesa que ahora debe coexistir con grupos que conservan una identidad que es irreconciliable con la cultura occidental, fenómeno que ha procreado un estado de tensión que periódicamente trae convulsión y revueltas.
En octubre del 2005, dos adolescentes de ascendencia magrebí que decidieron esconderse de la policía, accidentalmente murieron electrocutados en la sub estación parisina donde buscaron refugio. Este suceso gatilló disturbios que se agravaron por las desafortunadas expresiones del ministro del Interior que había tildado de “escoria” a los revoltosos. Después de dos semanas el saldo fue dramático: 3 muertos, decenas de personas lesionadas, centenares de locales destruidos y más de diez mil vehículos incendiados.
Lo que sorprende es que a raíz de estos acontecimientos no cayó el gobierno de Chirac, ni tampoco fue destituido el impertinente ministro del Interior, ni la Policía fue tildada de incompetente. Más bien, el ministro de marras, Nicolás Sarkozy, dos años después, el 2009, asumiría la presidencia de la República Francesa, cargo desde el cual crearía el Ministerio de la Identidad Nacional, la Inmigración y la Cooperación, organismo que despertaría más dudas que certezas frente al complejo fenómeno de la identidad y la inmigración.
El año 2015 y más recientemente, este 2023, se han repetido, bajo patrones semejantes, sucesos de violencia que son más intensos en profundidad y extensión. En este contexto una Francia deseosa de reconciliarse con su historia y ser consecuente con su gran Revolución se encuentra atrapada en la disyuntiva de ceñirse a sus fundamentos políticos de libertad y tolerancia o tomar medidas coercitivas más duras. Entre la comprensión y la represión.
Mientras tanto la población musulmana que es cada vez es más numerosa y retadora se afinca en su identidad cultural y en una inquebrantable fe religiosa que, en buena cuenta, desearia purificar por el fuego a la pecaminosa Francia para luego implantar su poderosa Verdad por métodos ajenos a la democracia, tal como la conocemos.
[i] Danilo Guevara Zegarra, general PNP® fue jefe del Estado Mayor General de la PNP, viceministro del Interior y director nacional de la DINI