Punto de Encuentro

Control contra lo natural

Por Antero Flores-Araoz

Como consecuencia de la pandemia que en general afecta al mundo, sin por supuesto ser excepción el Perú, se ha dispuesto el aislamiento social e incluso el toque de queda, debiendo la población estar en sus viviendas, pudiéndose desplazar únicamente para la adquisición de víveres, medicinas y carburantes, cuyos establecimientos comerciales se encuentran abiertos al público.

Las únicas actividades que se desarrollan con cierta normalidad son las de determinados servicios públicos, como electricidad, agua, alcantarillado, disposición de residuos sólidos y transportes, además de la prensa y alguna que otra más.

Lo antes señalado implica que la mayoría de fábricas y talleres, han estado o siguen cerrados y, como puertos y aeropuertos también lo están, no se pueden importar productos del exterior y los stocks de productos nacionales o foráneos se van acabando.

Más que evidente que el desabastecimiento ocasiona carestía, pues la demanda es mayor que la oferta y, la principal regla del mercado es la de la oferta y la demanda, que sin ser regla divina es bastante satisfactoria y, cuando la oferta y la demanda se desequilibran por alguna circunstancia, la economía social de mercado, que es la que alberga nuestra Constitución, hace que el Estado intervenga para resolver el entuerto.

Lo importante es el ¿cómo?, esto es: ¿cómo interviene el Estado? Los que creen en los facilismos e idolatran el antisistema, con la arrogancia de la ignorancia, pretenden el control de precios.  Suena lindo a los oídos de los incautos, pero ello da pan para hoy y siembra hambre para el mañana.

Con el control de los precios solo habrá abastecimiento hasta que se acabe el producto terminado y las materias primas y, una vez que se acaben, se dejará de producir, pues nadie actúa como agente económico para perder. Como dicen, la Beneficencia, está en la otra esquina.

No se necesita ningún posgrado en Oxford, Harvard o Cambridge, para saber que el control de precios ocasiona, no solo desabastecimiento sino una serie de males colaterales, como la corrupción, en que muchas veces para autorizar el esquema de precios hay que “matricularse”, las coimas son cotidianas y la tramitología crece como la espuma, el tiempo que se pierde en gestiones es interminable. Como si no fuese poco lo señalado, la comercialización de las insuficientes existencias, promueven las famosas colas y el mercado negro.

El control de precios es el mascarón de proa, luego viene el control de divisas, los permisos para importar y cuantas licencias otorgadas por autoridades se pueden imaginar. Hasta para viajar había límites en la moneda extranjera para adquirir y, obligó a que importadores hicieren aumentar precios para dejar “alguito” en el extranjero.

Las instituciones financieras de los paraísos fiscales, “se la llevaban fácil” pues quienes podían, dejaban en el exterior la moneda extranjera y dejaron de invertir en el país.

La gente joven debería revisar nuestra Historia de los años setenta y ochenta, para que sepan lo que se tuvo que soportar y lo que se sufrió hasta que se rectificó la direccionalidad económica, que es la que nos ha permitido desarrollar en las últimas tres décadas y reducir considerablemente la pobreza.

 

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