El golpe de Estado de Pedro Castillo nos lleva a una agudización de la crisis institucional. Al parecer, estamos antes los estertores de un modelo que, en su mejor momento, con Alan García, sacó a millones de la pobreza, pero también amplio las desigualdades.
Un modelo que parece, como lo resalta la prensa internacional, funciona disociado de la economía. Política, economía y demandas sociales no se articulan. Es, seguramente, algo que merece ser estudiado por los politólogos como explicar que, en los momentos de mayor tensión política, el dólar haya registrando una baja. O como comprender, de parte de los científicos sociales y la academia, que el evidente desarrollo económico (el milagro peruano) no ha generado elites regionales que sostengan los beneficios del modelo.
Pero regresemos al escenario actual. De Boluarte tenemos muchas dudas y sospechas. Ella tiene, necesariamente, que mostrar voluntad de apertura para ganar legitimidad. Repetir el sectarismo del chotano golpista seria nefasto. Pensamos, en ese sentido, que Boluarte no será victima del mal de Estocolmo, como sucedió con Castillo y Cerrón, entidad que a veces parecía un ser bicéfalo con tendencias al autoritarismo político y a la rapiña. Es una buena decisión cambiar al jefe de la DINI. También es una medida (al momento) acertada poner a un político con cierta experiencia en la PCM. Ojalá, señora Boluarte, siga teniendo la misma voluntad para abordar la pendiente reforma política.
El momento histórico exige un diálogo que tienda a un gobierno de autentica transición. El primer paso es generar un espacio de dialogo entre las fuerzas políticas democráticas y sociales. En este espacio debe tener un rol preponderante la agenda social pendiente, que podría ser el tema que congregue a las fuerzas democráticas. Una mesa nacional de diálogo para generar una discusión amplia sobre las urgentes demandas de la población, sobre todo de las regiones. Una mesa social que genere un diálogo sobre la agenda social pendiente, es un buen punto de partida para “pulsear” si es que existe, también, de parte de los sectores democráticos y populares, voluntad de diálogo y de construir consensos. No queremos pensar que sectores de la derecha juegan a un peligroso escenario mirar desde la tribuna, cual Calígula, como se incendia Roma.