Punto de Encuentro

Presidentes y los espacios del poder

El híper presidencialismo ha marcado mucho nuestra historia, tanto que es fácil concluir que esa es una característica de nuestro sistema político. El poder concentrado en lo que piensa y decide el presidente -y su entorno inmediato- ha sido en la mayoría de nuestras repúblicas latinoamericanas el “sello de agua” histórico en el que otros espacios del poder público aparecen como periféricos.

Así, las esperanzas o desesperanzas de la gente han tendido que ver mucho más con lo que se podía o no conseguir de quien ocupara la presidencia. Desde grupos de poder económico -y sus diversos medios de influir o presionar- hasta la más distante percepción de lo que es el Estado en alejadas las comunidades andinas concretado en el “señor gobierno” traducido eso

Pese a este dato de la realidad, es curioso que muchas personas -y políticos- aún no aciertan a entender que en el proceso social se han generado otros espacios de poder que presionan y  compiten con ese “señor gobierno” presidencial. En estos espacios, que son mucho más que un origen de reivindicaciones frente al clásico poder del Estado, destacan dos procesos en los que se están constituyendo espacios de poder que pesan cada vez más.

Uno es el efecto del proceso de regionalización. Más allá de sus virtudes o defectos, el hecho es que se han establecido espacios de poder que no dependen del poder presidencial y que, por el contrario, se han convertido en permanentes focos de presión y negociación. Es evidente que en el curso de lo que va de este gobierno no se parece haber entendido bien el peso de esto y que un “buen gobierno” es hoy imposible si una dinámica de interacción con esos espacios.

El otro asunto es el de la percepción creciente de derechos entre la población de una creciente demanda democrática, en un contexto de débil legitimidad de las instituciones públicas y de los sistemas de representación. Esto gatilla lo que podríamos llamar acción directa. Como ocurre en otros países de la región, el poder legislativo y sus integrantes – espacio de representación central en la democracia representativa- no alcanzan a tener ni 15% de respaldo o simpatía entre la gente.

Dentro de ese contexto, el camino de la participación va surgiendo, en ese contexto, como ruta más directa y confiable de hacerse oír. La consulta previa y las diferentes exigencias de ser escuchados, por ejemplo, ante procesos de inversión en sus tierras y territorios, son una dinámica que ha llegado para quedarse y que no pasa por lo que piensa o no el presidente de la república. Una especie de democracia participativa desde abajo que no ha sido diseñada por ningún constitucionalista ni cuentista político

Son, pues, espacios de poder que la dinámica social ha ido generando y que tendrán que irse vertebrando dialécticamente con el ejercicio del poder presidencial. Una de las claves de la gobernabilidad y el progreso está en entender y procesar adecuadamente esta compleja y dinámica realidad. En la interacción dialéctica entre esas dos formas de democracia está la clave.

 

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