Punto de Encuentro

El pensamiento totalitario ha vuelto

 

Ingresé a la Universidad en 1979, año de enfervorizados debates en la Asamblea Constituyente y en el ámbito universitario. Edith Lagos estaba en mi salón, era una cachimba pequeña y  tímida, pero cuando se subía a una carpeta para vociferar arengas marxistas lograba ser escuchada por todos. La tercera parte del aula realmente pensaba que el socialismo iba a lograr derrotar al capitalismo y, tarde o temprano, el mundo seguiría la ideología marxista leninista por ser muy superior a la que promovía la democracia representativa. Para la izquierda radical no cabía otra solución que no fuera la lucha armada, destinada a destruir al Estado burgués e instaurar transitoriamente la dictadura del proletariado. La única diferencia visible entre ellos, era la elección del momento para comenzar a matar policías, militares y políticos opositores.

Esa es la ideología que produce al movimiento universitario FER Sendero, embrión del grupo terrorista Sendero Luminoso. Lagos fue captada cuando regresa a Ayacucho por las vacaciones de verano y en pocos meses se convirtió en una temida líder de grupos operativos, y luego de su muerte, el senderismo la consideró mártir. Desde aquel tiempo, me quedó claro que el totalitarismo tiene atractivo para los jóvenes susceptibles al aspecto emotivo de los esquemas ideológicos. En gran medida, suelen ser personas que necesitan respuestas claras y rotundas a los interrogantes que plantea su curiosidad política.

La democracia no las tiene. Se sustenta en la creencia que ninguno de los grupos sociales que disputan la preeminencia de sus tendencias e intereses al interior de la sociedad, llega a tener toda la razón. Sus triunfos son temporales y dependen de la calidad de sus representantes para lograr intervenir en los espacios donde se decide las controversias. Por si fuera poco, el sistema no solo exige tolerancia y respeto a las posiciones de los adversarios, también cierta cordialidad pues el adversario de hoy puede ser el aliado de mañana. Todo esto colisiona con el apasionamiento propio de la juventud.

Quizás por ello no es difícil observar dosis importantes de intolerancia en el debate político nacional y en el debate universitario. Grupos sociales teorizan sus propias tendencias para convertirlas en modelos de obligatorio cumplimiento para la sociedad en general. Parten desde las ideas ya consensuadas para avanzar y desarrollar nuevas categorías ideológicas, cada vez màs radicales, generalmente disimuladas para que no puedan ser distinguidas antes de recibir la protección legal. Así, se puede concretar un rasgo totalitario dentro del funcionamiento de instituciones consideradas democráticas.

La ideología de género puede ser un claro ejemplo: hay consenso en afirmar la igualdad entre hombres y mujeres y conducir la educación escolar hacia una cultura de tolerancia, respeto y comprensión hacia las diferentes formas de realización de cada proyecto de vida. Pero el radical profundiza hasta donde su particular tendencia o interés logra satisfacerse, tratando de suprimir el pensamiento rival, buscando la sanción social, laboral e incluso penal a quien exprese resistencia al esquema ideológico totalitario, y no duda en negar aspectos biológicos evidentes, incorporando en la enseñanza de los niños la creencia que nadie nace hombre ni mujer, sino que la sexualidad se construye dia a dia. Por ello, se puede afirmar que la ideologìa de género es a la igualdad, lo que el maoìsmo a la justicia social.


Ernesto Álvarez Miranda

 

 

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