Punto de Encuentro

El Senado que nos falta

 

Es difícil argumentar contra la existencia de un Senado hoy en día. El tema económico no constituye impedimento al comprobarse que el actual Congreso bien podría gastar un tercio menos de su presupuesto sin dejar de cumplir sus funciones constitucionales. Subsiste el político, si solo por aprobarse el retorno de una segunda Cámara aparecerán  automáticamente senadores de calidad.

En nuestro país, la regla electoral consagra el distrito electoral regional para la elección de congresistas, porque apuesta a reclutar líderes regionales y, en la mayoría de los casos, lo logra. Al igual que en Estados Unidos, mientras más pequeña es la circunscripción electoral, más directa es la relación entre elegido y electores, pero disminuye el promedio de calidad. La Cámara de Representantes es elegida por distritos electorales pequeños, lo que exige que quien postula o busca la reelección, concentre su discurso y la campaña misma a los electores de su circunscripción. De esa manera, necesita conocer los problemas locales, y la mayoría de las veces, gana un líder local que inicia su trayectoria política profesional o que la va fortaleciendo a medida que es reelegido. En el Senado, por el contrario, el postulante debe ser conocido en todo el Estado, los intereses y tendencia a intermediar son mucho más complejos; por la mayor exigencia de habilidad y de contenido político, terminan siendo elegidos aquellos políticos de cierta trayectoria y experiencia.

Mientras más grande es el territorio y más compleja la conformación social de un distrito electoral, es mayor la exigencia para el postulante al cargo electivo. Esto ya es un axioma. Por ello, sostenemos que para obtener integrantes de calidad para un nuevo Senado, no es útil repetir la fórmula de distritos electorales regionales, hoy usada para el Congreso unicameral y posiblemente para la nueva Cámara de Diputados, sino más bien, un distrito nacional único, tal como lo había establecido la Constitución de 1979 y que dio buen resultado, pues logró reunir a los mejores exponentes de los partidos políticos de la época.  

De lo contrario, veremos dos Cámaras similares, compuestas por líderes locales y regionales, en cuyo caso no tendría razón de ser el Senado. Tampoco si se han de repetir todos los procedimientos parlamentarios en ambas Cámaras. Diputados debe ser la única con iniciativa legislativa, con la capacidad de enviar preguntas, de investigar, de interpelar y de censurar. Al Senado solo deben llegar los proyectos de reforma constitucional, de leyes orgánicas y desarrollo constitucional, presupuesto general, elección de altos cargos TC, Defensor del Pueblo y BCP, y la acusación constitucional.

Por último, mientras la Cámara de Diputados por su conformación, recoge las necesidades, tendencias e intereses de cada una de las regiones del país, tratando de identificarlas y brindarles su espacio debido, el Senado es el recinto donde se debe consolidar el bien común, el interés general. Por ello, se justifica que, tratándose de la conformación de la segunda Cámara, el porcentaje mínimo para que una lista alcance representación sea de diez por ciento del número de votos hábiles, lo que coadyuvará a evidenciar con nitidez las corrientes de opinión más importantes, favoreciéndose los procesos de toma de decisión.

Solo así, el Senado se puede consolidar como una institución eficaz para la consolidación democrática de la República, de cara al Bicentenario de la Independencia.  

 

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