Punto de Encuentro

La oportunidad perdida

La figura presidencial en nuestro modelo suele ser sólida si logra consolidar una alianza parlamentaria que le brinde mayoría en el Congreso, o mejor aún, que su propio partido le otorgue esa mayoría. En todo caso, aún si temporalmente no la tuviera, tiene a su favor el haber sido elegido directamente por la mayoría absoluta del electorado, esa ya es una fuente de legitimidad por origen. Pero Vizcarra no tiene nada de lo anterior, y para colmo de males, relevó al líder del partido que le brinda un pequeño pero eficiente grupo parlamentario, quedando obligado a demostrar, cada día, su distancia ante los promotores de la vacancia por falta de idoneidad moral.

Esa debilidad política inicial debía ser superada con iniciativa y creatividad, señalando al país las nuevas rutas por las que podíamos acercarnos al desarrollo, elevándonos por encima de las estériles batallas de dirigentes de escasa talla política. En el Mensaje a la Nación pudo haber advertido que presentaría un proyecto de ley para reformar íntegramente la situación legal laboral en el país, generadora de inmensas injusticias, pues mientras la inmensa mayoría de los jóvenes ya no pueden aspirar a tener un nivel aceptable de estabilidad en sus empleos y deben trabajar en absoluta informalidad o con contratos precarios, un tercio de cincuentones gozan de estabilidad laboral absoluta, independientemente de la calidad o esmero en sus labores habituales.

Pudo proponer la reforma constitucional para que las personas naturales o comunidades, indígenas o campesinas, sean propietarias también del subsuelo, a fin de que puedan beneficiarse directamente de los proyectos de extracción de recursos naturales que los afecten, quebrando así la resistencia de quienes se oponen a que el Estado consiga más fuentes de financiamiento para mejorar la educación pública y la infraestructura del país.

Mayor impacto quizás hubiera merecido la propuesta de un referéndum sobre la nueva conformación política del país, proponiendo en un proyecto las seis macroregiones sobre las que deben organizarse sendas Cortes Supremas que resuelvan los recursos contra las sentencias de las Cortes Superiores, quedando un Tribunal Supremo en Lima sólo para revisar selectivamente los fallos y estudiar nueva jurisprudencia de obligatorio cumplimiento, otorgando así, predictibilidad jurídica a los ciudadanos.

Pero fue mal aconsejado, perdiendo esta magnífica oportunidad en un tema necesario pero adjetivo como el bicameralismo, o sencillamente equivocado como la no reelección de congresistas. Lo que Natura no da, asesores no prestan.    

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