Punto de Encuentro

ASISTENCIA RELIGIOSA

Por Antero Flores-Araoz

Cada cierto tiempo, sectores de la ciudadanía quieren imponer al resto sus ideas, en posición de intolerancia, pese a que el resto respeta y tolera sus apreciaciones.  Entre las imposiciones a las que nos referimos se encuentra lo llamado "políticamente correcto"; la orientación o enfoque de género, que no es lo mismo que del sexo y la igualdad entre ellos y; sin ser lo último la expulsión de las iglesias de su cooperación con la Nación.

En la erradicación de lo religioso, ligado a la Nación, vemos como se llega hasta los tribunales para evitar la cooperación del Estado en la educación de niños y jóvenes, que ejercen las iglesias, concretamente la Católica, lo cual hemos tratado en anterior artículo titulado "Colaboración Iglesia/Estado".

También los adversarios de todo lo que tenga cariz religioso o eclesial, cuestionan que se exiban crucifijos o que existan biblias en las escuelas, hospitales, y lugares públicos, y para ello recurren también a los tribunales, por lo que no nos extrañaría que quisieran también la abolición de las fiestas patronales, el cambio de todas las localidades, parques, avenidas y calles con nombres religiosos, sin olvidar las de escuelas y universidades con nombres del santoral.

Con los antecedentes aludidos no estaría lejano el día en que pretendan bajarse la Cruz del Cerro San Cristóbal o que se eliminen siete feriados por su carácter religioso (Jueves Santo, Viernes Santo, San Pedro y San Pablo, Santa Rosa de Lima, Todos los Santos, Inmaculada Concepción y Navidad), o que le arranquen las condecoraciones impuestas por nuestras Fuerzas Armadas a la efigie de la Virgen de Las Mercedes, o que se quemen las partidas bautismales, matrimoniales y defunciones  de las parroquias, que antes de la existencia de los Registros Civiles (hoy RENIEC) era lo único con lo que se podían acreditar oficialmente tales acontecimientos.

Probablemente también intentarán que ya no exista juramentación para asumir la Presidencia de la República u otros altos cargos públicos, ante el Crucifico, olvidando que cada cual hace su juramento de acuerdo a sus convicciones religiosas, y que en colegios de impronta judía existe la Estrella de David y para los musulmanes en lugar de Biblia se toma el juramento con el Corán.

El Estado Peruano es "no confesional", esto es, no tiene confesión religiosa alguna, aunque reconoce la libertad religiosa sin perjuicio de también reconocer "a la Iglesia Católica como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú, y le presta su colaboración... sin perjuicio de prestarla también a otras confesiones".

Bajo la concepción últimamente señalada, el Tribunal Constitucional, esta vez con acierto, negó la pretensión para que se aboliera la exhibición de crucifijos en lugares públicos, al no ser incompatible con la libertad religiosa que tiene cada uno, pues la exhibición del Crucifico en modo alguno condiciona la libertad religiosa y de culto.

El mismo Tribunal Constitucional enmendó la plana a un hospital del Estado que se había negado a entregar el cadáver de un fallecido a sus familiares, dado que estos últimos tienen todo el derecho de dar sepultura al occiso, de acuerdo con sus propias creencias y ritos religiosos, reconociendo como misión de las Iglesias sepultar a quienes en vida fueron sus feligreses y según sus propios ritos, lo que de suyo implica el consuelo a los deudos.

Se alzan otras voces con erróneas pretensiones, en que claman por la desaparición de congregaciones y órdenes religiosas, por haberse atentado dentro de sus recintos contra el pudor o actos más graves.  Olvidan que las excepciones no hacen la regla y, que con tal criterio debería cerrarse el Congreso por la existencia de unos cuantos parlamentarios impresentables, o que se licencie a todas las Fuerzas Armadas y Policiales porque en alguna de sus escuelas formativas se perpetraron actos contra el honor sexual.

Como dicen las nuevas generaciones, hay que ubicarse, a fin que actos singulares no impidan la colaboración de la Iglesia Católica, incluidas sus congregaciones, órdenes, misiones y otras entidades, en la formación moral de la Nación, que también constituye esencial elemento para la probidad y evitar la corrupción que tanto daña al Perú. 

 

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