Punto de Encuentro

La re-elección presidencial en América Latina

  • Rafael Rodríguez Campos

Javier Corrales, profesor de ciencia política, ha escrito uno de los artículos más interesantes sobre la re-elección presidencial en América Latina. En ¿Pueden las Cortes detener el re-eleccionismo?, el profesor Corrales señala que una de las instituciones políticas más discutidas, y a menudo alteradas, ha sido la re-elección presidencial. Así, en muchos países de la región, se han lanzado esfuerzos, a veces con éxito, en pos de disminuir las restricciones que la Constitución impone a la re-elección presidencial.

Esto ha generado, según Corrales, al menos tres grandes debates. El primero es si es beneficioso o no para una democracia permitir la re-elección presidencial, que puede ser consecutiva o indefinida. El segundo es si el modo en que se intentan estas reformas constitucionales se apega a prácticas democráticas (consultas abiertas, consensos bien habidos, pasos legales correctos). El tercero es cómo explicar la variación de resultados: por qué algunos presidentes consiguen la reforma y otros no.

En esa línea, Corrales afirma que la búsqueda por cambiar la Constitución para permitir la re-elección o hacerla indefinida inevitablemente genera una pugna política en la que suelen enfrentarse, por un lado, el Poder Ejecutivo, que suele ser el principal y a veces único impulsor de esta reforma. Por otro lado, emergen actores políticos que pretenden bloquear dicho cambio, o condicionarlo a otros cambios institucionales.

En suma, Corrales señala que existen cuatro actores políticos capaces de oponerse a los intentos re-eleccionistas del Ejecutivo: la opinión pública; las cortes; los partidos de oposición, y sectores del partido de gobierno. Estos actores no siempre se van a oponer a expandir la re-elección, pero de oponerse, pueden contar con la capacidad política de frenar el intento. Es decir, son actores de veto potenciales.

 

Pero, ¿Cuáles son las condiciones bajo las cuales un presidente es capaz de triunfar por encima de esos actores de veto? Para Corrales, el factor más importante para impulsar o detener los intentos de cambiar la Constitución en favor del re-eleccionismo lo provee la opinión pública. De los casos exitosos, todos menos uno (Nicaragua) son presidentes cuyos niveles de aprobación rondaban por encima del 45% a la hora del cambio, según lo demuestra: Argentina 1994 (Menem); Bolivia 2009 (Morales); Brasil 1997 (Cardoso); Colombia 2004 (Uribe); Costa Rica 2003 (Pacheco); Rep. Dom. 2002 (Mejía); Ecuador 1998 (Alarcón); Ecuador 2008 (Correa); Nicaragua 2009 (Ortega); Perú 1993 (Fujimori); Perú 2000 (Fujimori); Venezuela 1999 (Chávez); y Venezuela 2009 (Chávez). A diferencia de ello, los casos fracasados en su mayoría son presidentes impopulares, es decir, con niveles de aprobación por debajo del 45%.

Entonces, como lo advierte Corrales, una de las armas políticas más contundentes con la que puede disponer un presidente para salirse con la suya es la popularidad entre el electorado. Esto no significa que todos los presidentes populares opten por este camino. Al contrario, hay muchos casos de presidentes populares que no lo hacen (Lagos en Chile, Funes en El Salvador, Lula en Brasil, Mujica en Uruguay). Pero entre los presidentes que optan por este camino, tienen gran parte de la batalla ganada si cuentan con altos niveles de popularidad.

No obstante, lo antes señalado, Corrales también da cuenta de casos en los cuales presidentes poco populares también lograron cambiar la Constitución. Tal vez el ejemplo más importante es el de Daniel Ortega en Nicaragua, que a pesar de tener relativamente bajos niveles de aprobación (cerca del 40%) logró la reelección indefinida en el 2009. La razón principal, según Corrales, por la que Ortega pudo lograr esta hazaña tiene que ver con el segundo actor de veto más importante en este tema: las cortes. En Nicaragua, las cortes estuvieron poco dispuestas a detener al presidente, y con ello, salió ganando el presidente.

Muy por el contrario, Corrales también hace referencia a casos asombrosos de tribunales que sí han logrado detener el intento presidencial de cambiar la constitución para expandir la re-elección, ya bien sea en pos de eliminar la prohibición (Honduras 2009) o de establecer la re-elección indefinida (Colombia 2010). El caso de Colombia, precisa Corrales, es especialmente asombroso ya que el presidente Álvaro Uribe contaba con un nivel de popularidad casi sin precedentes en la historia de la región (encima del 80 por ciento), y, sin embargo, las cortes fallaron en su contra. Uribe por su parte aceptó el fallo, a diferencia de Manuel Zelaya en Honduras, que no aceptó el fallo que recibió en su contra y con lo cual provocó el famoso golpe de Estado del 2009.

Al respecto, Corrales resalta que el debate de la re-elección en algunos países ha servido como una especie de oportunidad para que las cortes den un salto institucional. Es decir, las cortes usan dicho caso legal para intentar adquirir y ejercer un poco más de independencia y fortaleza ante los designios presidenciales. Este dato es sumamente interesante, pues contrasta con aquellos otros casos, en los cuales el propio presidente que persigue el cambio se encarga de debilitar las cortes aún más, al hacerlas más dependientes del Poder Ejecutivo. Ortega en Nicaragua, Chávez en Venezuela, Fujimori en Perú, o Evo en Bolivia, son claros ejemplos de esta práctica perniciosa para la institucionalidad democrática de América Latina. 

Sobre el particular, Corrales se pregunta lo siguiente: ¿Qué necesitan las cortes para dar este salto heroico de oponerse a un presidente, sobre todo con un tema tan vital para un presidente como lo es el re-eleccionismo? Citando los estudios de Gretchen Helmke sobre el comportamiento de las cortes en Argentina, Corrales afirma que las mismas son actores estratégicos. Es decir, ante temas controversiales en los que tienen que decidir si oponerse o no al presidente, las cortes suelen tomar el pulso, no sólo de la opinión política, sino también, de la oposición. Si la oposición está unida con un tema y en ascenso, se da la posibilidad de que las cortes y la oposición formen una especie de coalición tácita.

Sin embargo, Corrales apunta que los partidos de oposición no son los únicos que importan. También importan los partidos de gobierno. Así, la evidencia demuestra que en la mayoría de los casos de fracaso se trata de presidentes cuyos partidos de gobierno sufren una división interna profunda con respecto al tema de la re-elección. Estas divisiones no ocurren en todos los casos. Se dan primordialmente en partidos de gobierno que no son creaciones nuevas o entidades altamente dependientes del presidente, sino que, por el contrario, tienen larga data institucional en el país. Así, un modo sencillo de medir si un partido de gobierno tiene larga data institucional en el país, plantea Corrales, es preguntarse si han aportado presidentes al país con anterioridad al presidente de turno. De los 9 casos de cambio constitucional fracasado, seis ocurren en situaciones en las que el partido de gobierno tenía historial de expresidentes (Argentina 1998, Argentina 2013, Costa Rica 2000, Honduras 2009, Panamá 1998, y Paraguay 2007).

Por último, siguiendo la línea de Corrales, sobre la re-elección presidencial en América Latina podríamos decir lo siguiente: 1) El factor principal que ha permitido los cambios constitucionales a favor del re-eleccionismo es la popularidad del presidente; 2) En algunos casos, vemos presidentes populares que fracasan; en otros casos también contados, presidentes poco populares que consiguen su objetivo. En estos casos excepcionales, suelen ser las cortes y los propios partidos de gobierno, los actores que terminan decidiendo el asunto; y 3) Las cortes tienen mayor probabilidad de oponerse victoriosamente al presidente cuando los partidos de oposición están unidos y ascendentes. Los partidos de gobierno tienen mayor probabilidad de éxito si tienen más antigüedad política que el presidente.

 

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