Punto de Encuentro

La guerra interna, y el nuevo orden político en el Perú

30 Septiembre, 2020

Juan Antonio Bazán

El Perú de estos días libra una guerra interna por la conformación de un nuevo orden político. Nuestro proceso político está comprometido con una lógica de guerra total por el establecimiento de la era política post pandemia. Los políticos, convertidos en guerreros, asisten a esta lucha desde la posición de poder que les ha sido asignada en las últimas batallas pre coronavirus: Desde arriba o en el gobierno; y, desde abajo o en la oposición. Esta guerra, aunque no declarada o formalizada, es explícita al punto de la alta intensidad. En ella, con la ventaja que otorga la posesión del gobierno y del Estado, se implementan principalmente dos mecanismos, pervertidos y fatales: el infowar, que es la política por medio de la guerra de la información; y el lawfare, que es la política a través de la guerra judicial.

Para Michel Foucault el orden político es necesariamente el orden de la posguerra. Por ello, pone al revés la famosa frase de Carl von Clausewitz. Se trata de una cierta defensa y ataque de fueros entre el teórico de la política y el teórico de la guerra. Mientras que para el general prusiano dieciochesco y decimonónico “La guerra es la política continuada por otros medios”, para nuestro filósofo francés vigesimonónico “La política es la guerra continuada por otros medios”. La versión foucaultiana de qué fue primero, la guerra o la política, significa: por un lado, que todo sistema político es el resultado de una guerra inmediatamente anterior; y, por otro lado, que las relaciones de poder e incluso las relaciones jurídicas, que organizan dicho sistema político, constituyen maneras de continuar la guerra.

El mecanismo que consiste en el empleo de la prensa para manipular a la opinión pública, aniquilar la legitimidad del opositor o competidor político e influir en las decisiones judiciales e incluso congresales se llama infowar. Esta política de Estado, encubierta como publicidad e incluso financiamiento público de los medios de comunicación privados, es característica definitoria de la dictadura de Martín Vizcarra. En verdad, por la magnitud, su único antecedente nacional se encuentra en la dictadura de Alberto Fujimori, y su antecedente universal más paradigmático se halla en el totalitarismo de la Alemania de Adolfo Hitler. Es así: En cuanto a la guerra por la manipulación de la información, el vizcarrismo es como el nazismo y los políticos peruanos son como los judíos.

En tanto que, el mecanismo que consiste en la instrumentalización del sistema de justicia para proscribir, perseguir, recluir e incluso provocar la muerte al opositor o competidor político se llama lawfare. Esta es también una política de Estado, disfrazada de lucha contra la corrupción. La normalización de la figura excepcional denominada prisión preventiva, las intervenciones de hecho y no de derecho del Poder Judicial, del Ministerio Público, del otrora Consejo Nacional de la Magistratura, para convertirlos en panópticos jurisdiccionales son rasgos  significadores  de la dictadura vizcarrista. Es más, por la sobre dimensión, no tiene antecedente nacional, y su referente internacional más importante se halla en el proceder imperialista de Estados Unidos que hizo que invadiera militarmente países y que secuestrara gobernantes para juzgarlos y por supuesto condenarlos. Otra vez, es así: En cuanto a la guerra por la judicialización de la política, El vizcarrismo es como el imperialismo entre nosotros mismos, y los políticos peruanos son como los sacrificados Manuel Antonio Noriega y Sadam Husein.

Nuestra actual guerra interna tiene un doble propósito: Si bien es constituyente de un nuevo orden político, también es destituyente de la propia política. El nuevo orden, en su contenido y en su forma, es aún incertidumbre; pero, la dialéctica de la guerra interna es más radical que la ley de la “negación de la negación”. Ello, en razón de que la implementación sociópata que realiza el vizcarrismo de mecanismos, tales como el infowar y el lawfare, hace que la guerra interna descienda de la lógica de la dominación a la ilógica del exterminio. Foucaultianamente, la pandemia del coronavirus deviene en condición determinante de la elección presidencial del 2021, y también de la “última batalla”.

 

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