Punto de Encuentro

Señor periodista

Por Antero Flores-Araoz

Cuando Dante Alva, buen amigo, durante muchos años presidente del Círculo de Periodistas del Congreso, me dio la noticia del deceso de Jorge Saldaña Ramírez, le dije: nos dejó un señor periodista.
Lo dije no solo por la emocionalidad del momento sino porque era la pura  verdad, Jorge Saldaña se había nutrido en las enseñanzas de personajes como fueron Miguel Cavero Egúsquiza y Alfonso Baella Tuesta, que incursionando en  el periodismo especializado en la política y en la vida parlamentaria, luego participaron activamente en política y fueron destacados parlamentarios.
Hemos estado acostumbrados a rendir homenaje, ante su fallecimiento, de encumbradas personas que fueron directores o dueños de medios de comunicación, pero pocas veces nos hemos detenido a destacar los valores del periodista que diríamos “de a pie”, que realizaba las comisiones informativas que sus jefes ordenaban, que cubrían importantes eventos oficiales, que estaban al tanto de lo que ocurría sea en el Palacio de Gobierno como en el Palacio Legislativo, que entrevistaban a los actores políticos y que se preparaban  para encontrar “la pepa” noticiosa que interesase al público en general.
Bueno pues, Jorge Saldaña fue uno de los de a pie, pero que, por sus dotes personales y periodísticas, fue apreciado por tirios y troyanos, trataba por igual al más humilde de los mortales como a las más altas autoridades del país, siempre amable y respetuoso al preguntar, actitud no frecuente en muchos de sus colegas.
Jorge estuvo en el Colegio Guadalupe, cuando aún ostentaba la calidad que le dio fama, realizó estudios universitarios y en la vida laboral se inició en el diario Expreso para luego pasar a El Comercio, donde fue escalando posiciones hasta convertirse en insustituible cronista político, fino entrevistador y pulcro comentarista.
Su bonhomía le granjeó el respeto de todos, nunca una pregunta impertinente, siempre mesurado en el elogio y prudente en la crítica. En asuntos controvertidos siempre buscaba la posición y opinión de fuentes diversas y tenía la invariable virtud de corroborar lo que pretendía informar.
Su imparcialidad era notoria, además de notable, tanto así que ni siquiera muchos conocíamos de sus inclinaciones políticas, que nunca ni siquiera insinuó, frente a otros que como se dice “se les ve el fustán”. Increíblemente respetó la confidencialidad y nunca “vendió” a sus fuentes ni traicionó el fuera de registro (off the record).
A ese gran señor del periodismo no solamente se le recordará, sino también extrañará y, debería ser modelo para otras generaciones de profesionales de la noticia, que deben comprender que cuando se entrevista el actor no es uno mismo, el periodista pregunta, pero el entrevistado contesta, debiéndose expulsar la enojosa costumbre que nos encontramos frente a quien pregunta, se contesta a sí mismo y encima se comenta.
Los señores de la pluma periodística, preclaros en sus expresiones y comportamiento, tristemente no abundan, aunque hay ejemplo a seguir, que por supuesto de nada servirán a los que prefieren la pluma para acusar, agraviar, insultar y descalificar, muchísimas veces sin razón.

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