El comunista del siglo XX, entendía que el trabajo del obrero producía la riqueza, pero se apropiaba de ella el empresario, tan solo por ser propietario de las máquinas, así, el lucro era una forma de apropiarse ilegítimamente de lo que en realidad le correspondía al trabajador. Esa inequidad era alentada por el Estado burgués, que debía ser enfrentado mediante la lucha armada para luego ser desmontado por completo, instaurándose la dictadura del proletariado.
Los neo-comunistas, reciclados ahora como radicales ambientalistas y como profesionales de los derechos humanos, denuncian que ciertos grupos empresariales están lucrando con la educación universitaria, indignados al constatar que el dinero de los estudiantes se pierde en beneficio de oscuros inversionistas. Reclaman en consecuencia, proscribir el lucro en la educación universitaria.
Olvidan que la Constitución vigente consagra el afán de lucro como verdadero motor de la economía. La persona humana, en el afán de realización de su proyecto de vida, tiende naturalmente al esfuerzo y a la superación, y ejerce su iniciativa emprendedora en las condiciones que establece el mercado, como principal distribuidor de recursos, y el Estado en su rol subsidiario y regulador. Es entonces la iniciativa privada la que mueve la economía, de forma que la Constitución Económica considera esencial su protección efectiva. Es más, hoy en día sabemos que no es el Capital ni el Trabajo, tampoco la propiedad de las máquinas, la llave mágica de la creación de la riqueza, es el Conocimiento, fruto de la investigación científica y tecnológica.
Así, si una empresa decide poner una universidad es porque sabe que hay un sector de jóvenes desatendidos por el mercado o que puede ofrecer un producto en mejores condiciones que las universidades ya existentes. Como en salud, alimentación, energía, etc., corresponde al Estado determinar los requisitos para entrar y permanecer en el mercado. Al mismo tiempo, el Estado a través de su organismo regulador, debe remover las distorsiones del mercado, de manera que si una universidad oferta servicios educativos de muy baja calidad y, en lugar de quebrar y cerrar por falta de estudiantes, crece exitosamente impulsada por el deseo de quienes aspiran convertirse en profesionales con poco esfuerzo y bajo costo, es por deficiencia del Estado, porque el otorgamiento automático de un título universitario a Nombre de la Nación incorpora una importante distorsión al mercado.
Una buena universidad, que forja graduados competentes y con reales posibilidades de incorporarse al mercado laboral, puede ser dirigida por una empresa con afán de lucro, porque un buen regulador le exigiría estándares mínimos para permanecer en funcionamiento y para reconocer como profesionales a sus graduados, y además, de no ser eficiente no tendría suficientes postulantes y perdería a sus estudiantes, de forma que sus costos no tardarían en superar sus ingresos, el mismo directorio de la empresa cerraría la universidad al no ser un negocio rentable. En esas condiciones, se podría afirmar que tendría doble control, la empresa en busca de rentabilidad y el regulador en procura de calidad.