Ernesto Álvarez Miranda
Una de las pocas cosas claras en materia de Reforma Política es el excesivo tiempo que media entre la primera y la segunda vuelta presidencial, resultando inútil tener paralizada la economía y sometida la opinión pública a una irritante campaña electoral por casi dos meses adicionales. En Francia, de donde importamos el ballotage, el tiempo de espera es de dos semanas que resulta por demás suficiente para las alianzas y compromisos.
También es evidente que no podemos seguir con el actual modelo de representación, en el cual, los departamentos o regiones eligen congresistas por listas, a pesar que la demarcación geográfica no guarda coherencia con la realidad socioeconómica. A manera de ejemplo,en el Perú, el politólogo Carlos Meléndez indica que la región Ancash, que tiene en realidad dos ejes, Chimbote y Huaraz, absolutamente diferenciados. En ese sentido, una democracia sana requiere acercar los elegidos a los electores, de forma que ese departamento se divida por lo menos, en dos circunscripciones electorales y tenga los congresistas que realmente estén vinculados a sus electores, no solo para efectos de su designación sino esencialmente para el ejercicio mismo de su labor parlamentaria, debiendo postular a la reelección obligatoriamente por la misma circunscripción.
De esa manera, deben recomponerse las circunscripciones en función a la identidad y comunidad de sus pueblos con marcada tendencia al binominalismo, esto es, que cada una elija dos congresistas respetando el criterio de proporcionalidad respecto a la población electoral. Así, Lima que está ahora sobre presentada podría tener los 40 curules que requiere divididos en 20 distritos electorales, permitiendo que cada elector mantenga una estrecha relación con su congresista.
Lo que no cabe imitar a Francia es la segunda vuelta parlamentaria con distritos uninominales, en los cuales, los candidatos que no superan la mitad más uno de los votos, pasan a la segunda vuelta, siempre que hayan alcanzado, al menos, el 12.5 por ciento de los votos en su circunscripción. De trasladarse al modelo peruano, invitaría a que los candidatos minoritarios se unan en contra del postulante del partido con mayor votación pero con menor aceptación entre sus adversarios. Por ello no fue recogida en la Constitución de 1979, pues hubiera funcionado en contra del aprismo, y en la actualidad se contextualizaría en el enfrentamiento entre el fujimorismo y sus antis. Se reproduciría en cada distrito electoral el cargamontón que evita que Keiko Fujimori acceda a la Presidencia.
En términos prácticos, elantifujimorista podría preferir esta modificación constitucional pero en el plano técnico es problemático que en los distritos electorales no gane el escaño parlamentario el candidato más votado. Perdería legitimidad el sistema democrático y se vaciaría de representación la política peruana. En forma similar a lo que va a pasar en Francia, cuando se develen los resultados de la segunda vuelta parlamentaria. Los candidatos de Marine Le Penvan a perder frente a la coalición de sus enemigos, lo cual significará que la segunda fuerza electoral, el partido que logró más del 30% de los votos en la presidencial, apenas tendrá presencia en la Asamblea Nacional.