Punto de Encuentro

Las mujeres y su sororidad selectiva

En la secundaria, no era una niña bien portada. De hecho me sentía mucho más segura de lo que ahora soy. Era muy nocivo para mi edad (y para el tiempo en el que viví mi adolescencia) creerme demasiado y ser una mujer dominante; porque eso implicaba tener pocas amigas y a su vez más pretendientes, y lo segundo me agradaba más.

Nunca me enseñaron a ser así, fue algo inherente a mi naturaleza. Creo que el hecho de ser la última hija me ayudó mucho a formar mi carácter. Aprendí de mis errores (claro que sí), sin embargo, aprendí más de los errores de mis hermanos. Era como si en mi cabeza con cada cosa que mis hermanos o hermanas hacían mal yo tomara nota para no hacerlo de esa forma. Así fue que mi personalidad comenzó a formarse de manera que sentía que era aventajada y astuta. Esa personalidad se afianzó mucho más en la secundaria. Con los cambios hormonales, físicos y la formación de grupos, mejoré mis habilidades sociales, comunicativas y persuasivas. Sin que nadie me lo diga ni me lo enseñe había descubierto algunos poderes que varias mujeres recién descubren hasta los 20's o los 30's. Había hallado la formula de cómo controlar a algunos chicos mediante la seducción y la comunicación. Era muy chica para entenderlo, pero el universo me había cedido el don y empecé a utilizarlo.

Descubrí aproximadamente entre los 13 y los 14 años ciertos aspectos importantes sobre cómo funcionaba el cerebro de los hombres: algunos querían ser héroes y gustaban más de una Patricia indefensa, otros querían a la Patty que los tratara mal, otros solo deseaban ser escuchados y que te rías de sus chistes (aunque no daban risa), y otros adoraban poder tener una amiga con la que podían hablar de cualquier tema sin censura; a diferencia de la ciertas mojigatas doble moral de mi salón que se espantaban con sólo escuchar una lisura y no hacían más que hablar de los ‘Backstreet Boys’.

Definitivamente ser totalmente abierta a la comunicación y hablar de cualquier tema sin tapujos no me hacia tan popular entre las chicas, pero me importaba un rábano encajar con ellas, las veía como niñas oprimidas, feas y contenidas de sus propios deseos que me cansaban, con excepción de un pequeño puñado de ellas que sí parecían ser más open mind y con quienes llevaba una relación respetuosa.

Y tal como crecen los árboles las reputaciones también, haberme besado con varios chicos, haber fumado, tomado, salido con algunos otros y tener más amigos hombres que mujeres no se veía bien. Mucho menos usar dreads en el cabello y tener un piercing en la ceja, eso era para muchas de estas niñatas súper santas "que siempre hacían el bien", la personificación de la promiscuidad y el pecado, y me agradaba tanto molestarlas con mi presencia. Dato spoiler: aún lo disfruto.

Sin embargo, el último año de colegio fue espantoso. Como todo en la vida, las cosas cambian, mi mejor amiga se enamoró del mejor amigo de mi ex. La Patricia inmadura de 15 años había tomado ese acto como una alta traición; además, mi grupo de amigos se disolvió, otros se cambiaron de colegio. Mi pequeño imperio se había desmoronado, pero al menos yo seguía intacta, junto a mi pequeña secuas de lentes y braquets que a pesar, de que luego se convirtió en una pobre mujer pisada, en aquel entonces fue un buen apoyo para mantenerme en pie. Y es que en la adolescencia cada problemita lo exageramos y multiplicamos por mil para padecer y sentirnos los protagonistas de nuestras propias novelas, nos gustaba el drama. Eso me pasaba a inicios del último año escolar, sobre todo porque había decidido terminar una relación con un chico al que casi todos consideraban tan bueno y divertido. Y los ojos acusadores no podían creer que yo: alguien con tan poco valor para esas damitas puras y virginales había osado dejar a un chico con tanta simpatía y carisma. ¡Ja!

Pero yendo más fondo con el título de esta columna de opinión y habiendo dado un largo y extenso contexto de algunas moscas muertas con las que compartí salón en la secundaria. Vámonos al hecho que me motivó a escribir esto. Hoy 8 de Marzo que es el "día de la mujer" - un día que por lo general no me gusta por la forma romántica y tonta en cómo esta enfocado - recordé la hipocresía de varias mujercitas que dicen ser buenas, santas, puras, cristianas y chicas de familia. Pero sólo contienen dentro de sí a unas zorras sin escrúpulos, que se esconden bajo las sabanas de la decencia. Así como las de aquel grupito de mi antiguo salón.

Como conté antes ya tenía cierta descripción adherida a mi persona: "Patricia era una creída" por el hecho de ser muy segura, "Patricia era conflictiva" porque no me gustaba quedarme callada ante lo que no me gustaba, "Patricia era una zorra" porque había estado con más de uno del salón, "Patricia era presumida" porque me gustaba liderar, "Patricia era una adicta" porque una vez prendió orégano en el salón, "Patricia era malísima" porque le rompió el corazón a su ex, "Patricia era una promiscua" porque ¿Cómo era posible que una adolescente hable sin tapujos de educación sexual? Y finalmente "Patricia era la perra del salón" porque sin que ella lo autorizara ese ex al que todas procuraron cuando lo terminé se atrevió a contar detalles íntimos mientras jugaban a la botella borracha con sus amigos nerds y las santas puritanas del aula.

Sin quererlo ni motivarlo, el chico que decían "perfecto" había tenido un descontrolado vomito verbal donde había respondido una pregunta que expuso mi intimidad en un jueguito en donde se olvidó que los caballeros no tienen memoria. Me lo contaron al día siguiente, graciosamente fue una chica cercana al grupo de las niñas "santas" del salón. Me cayó como agua fría, no porque contara mentiras, sino porque precisamente esas que decían no gustarle el morbo habían avalado y disfrutado que mi autonomía sexual sea su plato de fondo en una de sus reuniones que siempre se jactaban de ser "reuniones tranquilas", no como a las que iba Patricia. Al día siguiente había algunas miradas inquisidoras que me las pasé por la raja de mi falda, no sentía rabia, sentía asco de ellas (aún lo siento) se habían pasado los pocos años que compartimos aula sintiéndose moralmente superiores porque ellas no hablaban de sexo, no decían malas palabras y jamás se metían en chismes; sin embargo, el ultimo año escolar me habían demostrado que siempre tuve la razón, no eran más que unas niñas feas, oprimidas y contenidas de sus propios deseos que decidieron (dentro de su aceptable inmadurez adolescente) no ser sororas con "La perra del salón", porque las perras no tienen sentimientos y no merecen compasión. Habían preferido respaldar al pobre chico que le rompieron el corazón y alimentarse, cual buitres, de la honra caída de una chica que a sus ojos con doble moral ni si quiera tenía derecho a mantener su intimidad para ella misma.

Así me di cuenta, queridas lectoras, que la sororidad es selectiva no se la damos a cualquiera, la mayoría de las mujeres no apoyamos por apoyar, sería lo ideal ser solidarias sobre todo en temas de índole machista o discriminación sexual, pero aún hoy, se ven casos de violaciones o maltrato a mujeres por quienes no sentimos pena o no les creemos basándonos únicamente en los errores que antes cometieron en sus vidas. Un ejemplo actual es el caso de la ‘Manada de Surco’, donde cinco chicos violaron a una joven de 21 años y muchas y muchos sólo se preguntaban “¿Qué hacía una chica bebiendo sola con 5 chicos?” Como si ese fuera el delito, y más repugnante aun la declaraciones de la defensa de los violadores con la frasecita que se hizo famosa: “A la señorita le gustaba la vida social”. Practicar la sororidad en una sociedad tan hipócrita como la nuestras es una realidad que aún estamos construyendo y que tiene un largo camino. Van a tener que pasar muchos años para que aprendamos a solidarizarnos con otras mujeres a pesar que no nos caigan bien, a pesar de su reputación o de su posición social. Y cada una de nosotras debe hacer ese trabajo con amigas, hijas, sobrinas, etc. Para evitar sucesos como los que cuento hoy. La realidad es que al día de hoy las mujeres no son 100% solidarias con su género (aunque duela aceptarlo) y tampoco están en obligación de serlo, pero al menos no deberían (algunas) golpearse el pecho desde pequeñas con la insignia de una decencia que no practican.

Y así, igual que muy joven descubrí como funcionaba la psicología de los hombres, también, y felizmente, aprendí que aquellas que son las abanderadas de la moral y las buenas costumbres siempre son las más reprimidas y sobreviven con el rencor eterno de quienes viven en plena libertad como lo hacía yo de adolescente. Por eso prefiero siempre a la gente que se muestra tal como es, sin aires de perfección, con errores, con defectos, que saben pedir perdón, que aceptan sus errores y no a las mojigatas como ese pequeño cuartel con las que estudié.

Aunque los tiempo han cambiado (gracias al cielo) y la autonomía corporal y sexual se toma con más naturalidad en los medios, sé que por ahí, en algún colegio peruano, existe alguna que otra Patty que es juzgada porque no le da miedo hablar de sexo o de cualquier tema y no le gusta usar caretas. A esas pequeñas a las que llaman "La perra del salón", les deseo un ¡Feliz día de la mujer! Lo están haciendo bien mis pequeñas lideresas ¡Lo están haciendo muy bien! porque son libres... Podrán decir mil cosas de ustedes, pero algo que jamás, jamás podrán decir es que fueron falsas y sin personalidad.

¡Feliz día perras!

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