Punto de Encuentro

LA VIDA FACIL O LA PARADOJA DE LA CRISIS

En la actualidad veinticinco partidos políticos cuentan con inscripción vigente, número que se reducirá en el próximo mes de julio cuando el Registro de Organizaciones Políticas, de oficio, cancele la inscripción de algunos por no haber superado el umbral electoral en las Elecciones Generales del año pasado. En concreto tendremos una veintena de partidos políticos aptos para participar, junto con las organizaciones de alcance sub nacional, en las Elecciones Regionales y Municipales del próximo año.

Como resulta evidente, veinte partidos políticos es un número alto y a priori, presupondría que cada uno de ellos cuente con ideología y doctrina propia, con cuadros directivos forjados en sus canteras, con propuestas y planes de gobierno revisados, actualizados periódicamente y puestos al servicio de la ciudadanía; organizaciones que canalicen el sentir de la población respecto a sus necesidades básicas y que adopten una firme posición respecto a los principales temas de la coyuntura política nacional, sin embargo, valgan verdades, sabemos que ello no es así. En nuestro medio se aplica perfectamente aquello de “cantidad no implica calidad”.

A la gran mayoría de estas organizaciones políticas, la denominación de partido político quizás les quede grande. Únicamente se tienen noticias de ellas durante los procesos electorales. Un estudio de campo llevado a cabo por el Registro de Organizaciones Políticas en todas las capitales departamentales del Perú, reveló que estos se concentran básicamente en Lima, dejando el resto del país sin su presencia, lo cual explica que en la práctica la mayoría se comporte como simples maquinarias electorales que en forma simultánea al momento de nacer, también hacen cumbre, pues llegan a su máximo nivel evolutivo. Éstos partidos no se desarrollan ni crecen, su vida política gira en torno a un líder o caudillo y la suerte de este marcará el destino de aquella así como la vida del colectivo partidista nunca excederá a las ambiciones políticas del líder.

Estos partidos llevan una vida fácil, sin duda. Aglutinados alrededor de un líder que actúa como “propietario” del partido, casi no tienen afiliados, ni bases, ni presencia a nivel nacional, por tanto, no son pasibles de demandas internas. La reelección de la cúpula es una costumbre que se justifica en el “pedido” de las inexistentes bases que curiosamente nunca exigen rotación de la cúpula. De otro lado, los medios tampoco se ocupan de ellos, por tanto, éstos partidos viven al margen del ojo vigilante de la prensa y de la ciudanía, sin embargo, paradójicamente, son los que mejores resultados electorales han obtenido en los últimos años.

Veamos: Cambio 90 (1990), Nueva Mayoría (1995), Perú Posible (2001), Partido Nacionalista Peruano (2010) y Peruanos por el Kambio (2016), fueron los partidos que ganaron últimos procesos electorales y a ellos podríamos agregar a Fuerza Popular que llegó al ballotage en las dos últimas elecciones generales. En todos los casos su éxito se basó en el carisma del líder partidista y no por contar con sólidas bases, buenos cuadros partidistas o elaborados planes de gobierno.

Asimismo, nótese que se trataba de partidos que al momento de su postulación eran de reciente fundación y en la mayoría de casos con escasa o nula participación electoral previa y que no contaban con cuadros orgánicos ni afiliados. El crecimiento posterior de alguno de ellos se debió sin duda al hecho coyuntural del haber ganado una elección presidencial, sin embargo, luego de dejar el poder se convirtieron prácticamente en fantasmas, incluso, alguno de ellos ya ha perdido su inscripción.

Sin embargo, en la otra orilla, existe un pequeño grupo de partidos que han trascendido al paso del tiempo, que cuentan con un mayor nivel de organización interna y tienen probada participación democrática. Nos referimos a los partidos hoy llamados históricos y que fueran largamente satanizados en los años noventa cuando en medio del auge del descrédito partidista, se les denominó despectivamente “partidos tradicionales”, signándolos como parte de una clase partidista anquilosada, desfasada y responsable de la crisis social y estructural de aquel entonces.

No obstante, los tiempos han cambiado. Entendemos hoy por partidos tradicionales a aquellos que se diferencian de los de reciente data y efímero éxito electoral. Los vemos ahora desde una perspectiva que resalta valores que nuestra sociedad no apreció en décadas previas, por ejemplo, su trayectoria ideológica, que cuentan con ejes programáticos, que pueden presumir de larga participación democrática así como contar con cuadros orgánicos y activa presencia a lo largo de nuestra geografía, en resumen, corresponde a lo que hoy día denominamos “partidos históricos”, como es el caso de Acción Popular, el Partido Aprista Peruano y el Partido Popular Cristiano.

Sin embargo, paradójicamente, a diferencia de los partidos nuevos que llevan una vida fácil y tranquila, los partidos tradicionales o históricos atraviesan por serios problemas internos, quizás y precisamente, por su nivel de organicidad y activa vida más allá de los procesos electorales, sus bases exigen resultados y llaman a una renovación de la cúpula partidista.

Y es que basta ver los últimos resultados electorales para ver que su crisis interna es un fiel reflejo de sus últimos escasos éxitos electorales. Sí la crisis de resultados afectase a un partido no tradicional, esta crisis no sería percibida por los medios ni por la ciudadanía.  

Aunque resulte paradójico, y pese a los problemas en los que están inmersos los partidos históricos, necesitamos más partidos como estos y menos partidos volátiles o simples maquinarias electorales. Quizás el hecho que nuestra ley les haya concedido la categoría en entes de carácter privado, pese a detentar el monopolio de las candidaturas y por tanto de gozar del privilegio de colocar autoridades públicas, haya agudizado esta crisis pues está claro que por diversas razones, se ven imposibilitados de levantar cabeza y superar los malos momentos que viven.

Para el fortalecimiento de nuestra democracia y del sistema de partidos, necesitamos más partidos orgánicos, con estructuras vivas y menos partidos que solo aparecen cada cuatro o cinco años; por ello, urge establecer mecanismos que permitan a los organismos electorales poder intervenir en los momentos de crisis, sobre todo cuando esta crisis amenaza con llevarlos a la inviabilidad absoluta, en caso contrario, los estamos condenando a su atomización y eventualmente a su posterior desaparición.

 ¿Usted que opina?

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