Punto de Encuentro

Del sentido común al reto de la construcción de la identidad amazónica

El sentido común del peruano promedio, y del extranjero, al pisar tierras amazónicas es la siguiente: “iquitos es sodoma y gomorra, tenemos que ir porque allá la hacemos linda”. Ante tales argumentos lo que un iquiteño responde generalmente es lo siguiente: “no generalices, no todo lo que imaginas es así”. Pues sí, algo de eso pasa por nuestras mentes de forma inmediata para responder. Pero después de la respuesta automática que muchas veces se suele dar, me preguntaba si la respuesta era la correcta. Dejando de pensar sólo en la defensa de la familia que muchas veces hacemos con la respuesta que damos, y pasando a pensar más en la dinámica social de los ciudadanos iquiteños en general, esa situación me llevó a pensar en qué factores influyen para generar ese sentido común. 

Revisando algunas fuentes, lo que salta a la luz como el primer factor es que la iniciación sexual de las mujeres en Iquitos comienza aproximadamente a los 14 años[1]. Que el mito de la “hipersexualidad”[2] que existe para con la mujer amazónica desvirtúa el turismo en la zona. No he encontrado un dato específico sobre el porcentaje de turismo sexual que existe en Iquitos pero este mito quita de los ojos del turista (o del viajero) otros atractivos que tiene la provincia, como por ejemplo su fascinante cultura e historia, y últimamente su movida cultural. A los datos ya mencionados, lo que refuerza la situación descrita es la naturalidad con la que toman la situación los iquiteños y las autoridades. Lejos de ser un acto condenable resulta ser algo socialmente aceptable. Algo que siempre hubo, algo natural, donde la mejor defensa es decir siempre que Iquitos fue y es una ciudad liberal. Nada más falso con respecto al uso de este último concepto. Si bien lo liberal, en una de sus acepciones, aduce al favorecimiento de las libertades individuales, donde la mujer tiene conciencia del uso que le da a su cuerpo; también aduce al reconocimiento de su individualidad en pro del crecimiento de cada sujeto, es decir, al uso de la razón que otorga cada ciudadana para con sus deberes y derechos en sociedad. Entonces, siguiendo esta línea, la razón que le otorgan los iquiteños al concepto liberal es perverso. Naturalizando algo que trae consecuencias para la ciudad como la trata de mujeres, niños y niñas. 

Otro factor que refuerza ese sentido común es otro elemento del aspecto cultural que mueve a la ciudad de Iquitos. No hay que dejar de lado la influencia que también tiene el componente estructural en el tema como la corrupción generalizada, la pobreza, el narcotráfico y la educación de baja calidad.  Pero volviendo al otro factor cultural que influye en el sentido común de la mujer amazónica “calentona”, lo que “vende” la televisión y radio local, como movilidad social entre niñas y jovencitas, es la aspiración a ser bailarinas, cantantes, anfitrionas en tragamonedas, meseras, etc., que no está mal; pero que genera una sensación de una salida “prometedora”, debido a una mala educación pública que se imparte en la Amazonía. Donde lo inmediato (el talento) reemplaza al esfuerzo educacional y donde encontrar a alguién (un petrolero, un maderero o un extranjero, etc.) que se interese en ti, te pueda dar la movilidad social ascendente esperada. Es más fácil que estudiar una carrera profesional que toma tiempo y dedicación. Esta situación contribuye a la exclusión porque en realidad lo que se va formando no son ciudadanos sino consumidores que ven el dinero un medio y un fin en sí mismo, que ven a la pobreza como algo natural imposible de cambiar y que ven en la educación algo que comprar lejos de sus posibilidades. 

A esta situación agregamos la “cultura del derroche” enraizada entre los ciudadanos iquiteños. Es decir, “chupa hasta acabar tu última bala porque el mundo se va a acabar”. Al siguiente día, como dicen mis paisanos: “no hay ni para el té”. Pues si nos detenemos un poco a pensar podemos ver algo que contribuye a esta situación: el espacio público. Nuestra ciudad está literalmente hecha casi para el consumo y no para pensar. Lo que más me ha llamado la atención estos últimos años es el crecimiento de las casas de empeño. Hasta recién iniciado el año 2000, podíamos ver sólo 2 ó 3 casas de empeños[3] en la calle Huallaga; ahora, pasado casi 12 años, vemos casi dos cuadras dedicados a este rubro. Esta situación genera que se tenga dinero fácil para el fin de semana, para ir a comprar,  para alquilar moto, para ir al tragamoneda o para ir a los bares y discotecas que hay masivamente por la ciudad. 

Últimamente, hay esfuerzos individuales y voluntades organizadas en la ciudad por recuperar el espacio público, por hacer de Iquitos no una ciudad atractiva para el turismo sexual y para el consumo, sino una ciudad atractiva para mostrar la historia, cultura y movidas que hay en torno a la identidad amazónica, a la exuberancia en los colores fuertes, a lo cosmopolita que es la ciudad y a la influencia que recibe de lo foráneo constantemente. Estas movidas culturales que se organizan valientemente en la ciudad tienen el gran reto de saber manejar estas circunstancias adversas que describí y que se maneja en la cultura de los ciudadanos iquiteños y de saber trabajar el tema del sentido común que se tiene sobre la mujer amazónica. 


[1] El Periódico iquiteño Pro & Contra revela algo respecto: http://proycontra.com.pe/2011/08/22/%E2%80%9Ciquitos-la-ciudad-prostibulo%E2%80%9D/

[2] La ONG Flora Tristán cuenta con un diagnóstico sobre trata de mujeres, niños y niñas en ocho ciudades del Perú. Entre ellas Iquitos. Para tal caso, véase el siguiente link: http://proycontra.com.pe/2011/08/22/%E2%80%9Ciquitos-la-ciudad-prostibulo%E2%80%9D/  

[3] En estas casas lo que generalmente van a empeñar son artefactos electrodomésticos y joyas a cambio de dinero al instante. Dichas casas tienen la peculiaridad de tener responsabilidad compartida cero. O sea, si se quiere uno puedes ir, luego de un plazo determinado, a recoger lo que se ha empeñado (previo pago más sus intereses),  sino no. No hay problema. Esto es más fácil que ir a un banco, que es más riguroso en tema del cobro de una deuda. 

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