Punto de Encuentro

Policías y militares ¿por quién doblan las campanas?

El drama que nos invade y taladra hasta el fondo de nuestras almas, producto de una pandemia que no parece tener fin, nos conduce cuando menos por ahora, al ensimismamiento o la evasión. Mañana podría ser a la turbación y la violencia.

En estas circunstancias, muchos optan por refugiarse en los bastiones interiores  de su pesadumbre mientras que los más, se despojan de sus temores y salen a buscar formas de subsistencia o simplemente pasear por calles y centros comerciales para recordarse que hay vida y por lo tanto esperanza.

Estas actitudes ponen de soslayo la tragedia por la que atraviesa el sector policial y militar que sufre con estoicidad los efectos de una enfermedad que los castiga sin tregua ni piedad.

De acuerdo a lo dicho por el ex ministro Gastón Rodríguez, en la Policía se cuentan casi 300 muertos y diez mil contagiados. Estadísticamente, nuestra Policía debe ser una de las instituciones de su género que a nivel mundial registra uno de los más altos índices de mortalidad y menoscabo.

Respecto a las Fuerzas Armadas no hay una precisión pública sobre el número de fallecidos y contagiados aunque todo hace suponer que es muy alto también.

Empero, detrás del terrible dato estadístico, existen familias concretas que lamentan la ausencia de quienes se inmolaron en esta lucha desigual. En condiciones normales, la pérdida heroica de policías y militares hubiese convocado homenajes y ceremonias. Pero ahora, más nunca, los muertos entierran a sus muertos. En soledad y el silencio apenas quebrado por el llanto de sus familiares más cercanos, muchos de los cuales se debaten víctimas del contagio.

Sin embargo, estamos hablando de una situación que trasciende la penuria familiar porque como es fácil deducir, los efectos sociales más graves están por venir, pues, conforme se vaya restableciendo la actividad cotidiana, es altamente probable que la delincuencia se manifieste con mayor peligrosidad y que los sectores poblacionales más golpeados expresen con violencia su frustración más aún si, como algunos pronostican, se asoma una crisis alimentaria que desde ahora debiera ser conjurada.

Es por ello que motivar y atender al sector policial y militar no solo debe ser un imperativo moral sino una previsión práctica que debe ser asumida por el gobierno. Es preciso pagarles a tiempo las bonificaciones ofrecidas, ascender a los caídos, reconocer los derechos de los deudos, mejorar el sistema de salud y bienestar, dotarles de buenos equipos de protección y trabajo. Pero sobre todo, hacerles sentir que hay una preocupación sincera y legítima por cada uno de estos peruanos tantas veces traicionados por la corrupción y la incuria de algunos de sus propios mandos así como por aquellos que tratan de lavar la cara de sus asesinos más sanguinarios.

Desde Punto de Encuentro hacemos un testimonio de solidaridad con nuestra Policía Nacional y nuestras Fuerzas Armadas  por cuyos mártires hacemos doblar en duelo las campanas de la gratitud y el reconocimiento.

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