Punto de Encuentro

¿Qué le diría John Rawls a Pedro Castillo?

Creo que, incluso con el traductor más letrado, sería complicado que las ideas se transfirieran con éxito, pero suponiendo que el finado maestro de filosofía política de Harvard cumpla de manera milagrosa su objetivo desde el más allá, le diría que no es posible llevar a cabo ninguna asamblea constituyente.

El profesor Rawls, tenía una tesis muy interesante sobre el pacto o contrato social imaginario que en realidad rescata, en parte, de la teoría política de Kant.

Él decía que para que los seres humanos podamos alcanzar el descubrimiento de los principios de justicia que nos hagan vivir en paz y en respeto mutuo de nuestros derechos fundamentales, teníamos que ponernos en un escenario hipotético según el cual debemos ignorar de manera temporal nuestra condición social, intereses económicos, fe religiosa, entre otras circunstancias particulares que nos construyen como individuos y, a partir de allí delimitar dichos principios de justicia.

A ese olvido temporal de nuestras circunstancias particulares, le llama veil of ignorance (velo de ignorancia). En buena cuenta, Rawls propone no un estado de naturaleza como las teorías contractualistas clásicas de Hobbes, Locke o Rousseau, sino que va más allá en función a una situación en la que eliminamos los prejuicios como sociedad y la asimetría de poder entre los sectores sociales que representan una nación.

Desde luego, Rawls explica con maestría cuales serían esos principios que se descubrirían en el velo de ignorancia de la humanidad, pero no lo abordaré en este breve texto de opinión, solo diré que muchas de sus ideas fueron acogidas en Estados desarrollados que hoy han construido políticas de gobierno sólidas sobre la base de su teoría de justicia.

¿Por qué esas ideas no funcionarían en el Perú? ¿Por qué es inviable un proceso constituyente? Por una razón muy sencilla, le diría Rawls a Castillo: en un contexto como este resulta fácticamente imposible que la clase política haga siquiera el intento de dejar de lado sus prejuicios en pro de los ciudadanos y sus proyectos de vida.

Si bien la tesis de Rawls es un supuesto metodológico que no propugna su materialización sino la elaboración ficticia de principios de justicia que se descubren a través de la razón y que nos permitan vivir en armonía como comunidad ¿Podríamos crear ese escenario hipotético en el cual alguna persona que hoy propone asamblea constituyente pueda tener siquiera la capacidad o formación de dejar de justificar todas las atrocidades que comete el gobierno cada día y a cada hora? Esta pregunta no necesita respuesta.

Los intereses de la clase política actual no tienen nada que ver con principios de justicia ni con los derechos y libertades individuales sino con apetitos subalternos que esconden, en el fondo, reyertas de cantina y resentimientos heredados del siglo pasado; además, claro está, todo esto asociado a la idea de que, quienes proponen nueva Constitución, sólo tienen un objetivo concreto: capturar el poder absoluto, en resumidas cuentas; todo lo contrario, al ideal democrático del finado profesor Rawls.

Alguna mente perspicaz me diría: “Oye Miguel, pero el Perú podría tener su propio velo de ignorancia criollo”. Creo que mi respuesta sería que sí y como tenemos una clase política cada vez más churrigueresca, se podría decir que tendríamos un velo de ignorancia bamba. Me explico, lo primero que harían los representantes constituyentes no es ignorar sus prejuicios temporalmente para alcanzar los principios de justicia, para nada. Lo primero que ignorarían, en primer lugar y sin pensarlo dos veces, es en la gente que los eligió.

Entonces, a partir de allí surgirían los principios-hermanito; o sea, aquellos principios que sólo favorecen a los que están sentados allí con cámaras de televisión mientras la gente – de la cual ya se olvidaron – les paga su sueldo con los tributos que son fruto del trabajo de la nación ¿Cómo se favorecerían esos constituyentes entre sí? Pues, asegurándose cuotas de poder político y económico que les garanticen prosperidad para ellos y su familia – mientras el resto de ciudadanos se aniquila lentamente – luego de instaurada una nueva Constitución y creado un nuevo Estado, el que podría dejar de llamarse Perú (para los que conocen la teoría del poder constituyente).

Solo basta con ver al señor Pedro Castillo quien tiene una capacidad especial para exteriorizar incoherencias y también porque es innegable observar que su prioridad es protegerse a sí mismo y a su entorno de severos cuestionamientos vinculados a graves atentados contra el patrimonio público en provecho de sí mismo o de terceros que la prensa libre – por ahora – sistemáticamente difunde.

La finalidad del hoy presidente de la República y de quienes alegan nueva Constitución es otra, sus intereses son otros, nada lógico ni racional puede salir de un proceso constituyente para empezar porque, en el Perú, no existe manera de colocarnos ni siquiera en un supuesto metodológico como el de Rawls.

En fin, el Perú lo único que tendría en una asamblea constituyente no tiene nada que ver con el velo, pero sí con mucha ignorancia de la clase política. Y lo peor de todo es que quienes vociferan y alegan por una nueva Constitución están plenamente convencidos de poner a la peor clase política de la historia del Perú en el poder absoluto que significa el poder constituyente.

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