Punto de Encuentro

La perla del capitalismo andino

En Huancayo el capitalismo se expande vertiginosamente, arrasando con el valle, la montaña, desafiando al mismo Júpiter, quien mira agazapado detrás de los letreros luminosos, de los grandes centros comerciales que florecen como la hierba por toda la ciudad. Donde antes había un valle verde de vida y lozanía, ahora se levanta una selva de cemento y concreto en forma de universidades, edificios inmobiliarios y centros comerciales que resplandecen con pantallas luminosas todo el día, aun en tiempos de lluvia y tormenta, opacando al mismo Dios del Trueno que parece avasallado por la diosa modernidad. Eso fue lo que observé cuando llegué a Jauja en época de lluvia y carnavales. Esperaba encontrarme con una tormenta furiosa, digna del Dios del Olimpo, pero Júpiter Tonans no se apareció en ningún momento.

Por lo menos, no, durante mi corta estadía de cinco días. Pero la destrucción del valle y el repliegue del Dios Tronador hacia la montaña no son los únicos efectos de este capitalismo duro andino. También está el efecto operado en la mente del poblador local y foráneo que llega desde Huancavelica, Ayacucho, Cerro de Pasco y hasta de las ciudades de la costa para vivir, estudiar o hacer negocios. Un boom inmobiliario, sumado a la llegada de cadenas de tiendas comerciales que traen marcas mundiales, y a la aparición de universidades, han convertido a Huancayo en la Perla del Capitalismo Andino. 

A más de 3 mil metros de altura sobre el nivel del mar se viene desarrollando uno de los experimentos capitalistas más ambiciosos de los últimos tiempos que no solo está atrayendo la atención de los países del Asia Pacífico, sino de todo el mundo. Durante mi corta estadía en la ciudad, vi más jóvenes chinos, probablemente de ciudades del sudeste asiático, que a jóvenes europeos mochileros, merodeando los cafés y los centros comerciales. Probablemente, llegaban para estudiar este fenómeno que está ocurriendo en el corazón de los Andes peruanos. Lo primero que hice fue investigar de dónde venían tantos chinos y si eran jóvenes mochileros o estudiantes de intercambio con alguna de las cuatro universidades que tiene Huancayo, incluida la Universidad Nacional del Centro. En efecto, las universidades locales tenían convenios con universidades asiáticas, y cada vez es mayor el número jóvenes que optan por la ingeniería, la medicina  o alguna carrera de ciencias, antes que una carrera de letras. El camino a ser la Singapur de los Andes no está lejano, pero todavía falta afinar algunas cosas. 


Desde la ventana del bus, a la salida de la ciudad, la vista se deleita con el paisaje del valle verde que todavía no ha perdido su encanto bucólico, pese a la arremetida de la modernidad que parece batallar con un Júpiter de torso desnudo que lanza sus últimos rayos. En esos parajes salvajes, uno espera encontrar todavía al Potro del Valle Mantaro, cabalgando libre contra el viento, pero en vez de ello, uno se topa con letreros de inmobiliarias que ofrecen casas de campo, en toda la carretera. Definitivamente, Huancayo avanza a pasos agigantados, pero urge una planificación de desarrollo urbano, social y económico para proteger el valle con una ley que regule su urbanización, una ley que declare como reserva paisajística o turística. En eso están de acuerdo no solo los huancaínos, sino también sus vecinos más antiguos, los jaujinos, quienes aceptan con resignación aquel viejo dicho: mientras Jauja danza; Huancayo, avanza.

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