Punto de Encuentro

Sacalaguas y yanaconas

Cierto sector de la política percibe que con la nueva gestión municipal estamos retrocediendo algunos siglos atrás. Para ser más exactos, estamos hablando de por lo menos unos quinientos años, según la aproximación de más de un afiebrado pulpín o algún apasionado Verolover de chalina verde. Sostienen estos preocupados ciudadanos devotos del yapeo que esta involución nos está llevando a la Edad de las Cavernas o, por lo menos, a esa Lima Colonial de antaño, de tapadas y pelucas blancas, de carretas y vendedores de Revolución Caliente. Más de uno ya ha denunciado en su cuenta de twitter que Lima se ha convertido en la ciudad de los emolienteros con pelucas blancas, estilo Luis XVI, quienes ofrecen devotamente su bebida de yerbas, en bandejas de plata, y que por si fuera poco, las noches del jirón Zepita ya no son las mismas de antes. Ahora los travestis lucen apretados corpiños de silicio y ostentosas pelucas, tipo María Antonieta. Pero eso no es todo. Como si no fuera suficiente tanto anacronismo, el Centro Histórico se ha llenado de beatos descalzos del Opus Dei que se autoflagelan la espalda públicamente, desplazando a los borrachines que transitaban, rumbo al jirón Quilca. Todo esto sumado a la patética exhibición de animales de carga, arreados por negros esclavos, sacalaguas y yanaconas, arrastrando cadenas o llevando en andas a sus rollizos amos blancos, como en una postal de Pancho Fierro. Se espera que dentro de poco, los bares sean remplazados por cabildos y purgatorios, y que los espacios culturales como el Ágora Popular y la feria de libreros de Amazonas corran la misma suerte que el LUM, Museo de la Memoria, sin considerar la cacería de brujas y la ola de feminicidios que los medios de comunicación empiezan a reportar y que atribuyen al arribo de la ultraderecha.   

Al margen de la sátira, la pregunta es: ¿Qué está haciendo el nuevo alcalde para revertir esta campaña de satanización o demolición cultural emprendida por la izquierda? ¿Qué está haciendo López Aliaga para frenar esta “cavernicolización” de su gestión. ¿No se ha dado cuenta acaso que hay una batalla cultural que debe librarse en la arena de la cultura, más que en cualquier otro campo, ahí, donde la izquierda tiene su último bastión?

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