Por Antero Flores-Araoz
Cuando aún no se había iniciado el defectuoso proceso de descentralización del país a través de las regiones, gran parte de los ministerios, cuya sede central está en la capital Lima, tenían oficinas descentralizadas para trámites y servicios, en diversas capitales de departamento, además de los prefectos, subprefectos y gobernadores que representaban al Poder Ejecutivo en las diferentes circunscripciones del país, centralizando la acción de la Policía y su relación con el gobierno nacional.
Cuando se crearon las regiones, se les fue transfiriendo progresivamente competencias y presupuestos, que antes eran ministeriales. Ello fue aparejado con el cierre de muchas de las oficinas departamentales de los ministerios, a fin de no duplicar esfuerzos.
Uno de los ministerios que no contaba con oficinas dentro del país, salvo Lima, era el de Relaciones Exteriores, y ello por una simple y poderosa razón, su accionar era para las relaciones del Perú con los demás países del Globo y con los organismos internacionales, como por ejemplo ONU, OEA, UNESCO, UNICEF, CAN y tantos otros.
En el año 202 por el D.S. N° 020-2002-RE se crearon las Oficinas Descentralizadas del Ministerio de Relaciones Exteriores, principalmente “como órganos que impulsarán la ejecución de la estrategia de desarrollo fronterizo del país” y algunas otras, gracias a la inagotable imaginación de varios de nuestros diplomáticos. Tales oficinas comenzaron a funcionar en algunos de nuestros 10 departamentos fronterizos, de los 24 departamentos y una provincia constitucional existentes.
Más tarde, la Ley de Organización y Funciones del Ministerio de Relaciones Exteriores N° 29357 y su reglamento dictado en el año 2010 por el D.S. N° 135-2010-RE, convirtieron las Oficinas Descentralizadas antes señaladas en “Oficinas Desconcentradas”, ya no solamente para departamentos fronterizos sino para cualquier localidad del suelo patrio y con gran inventiva de sus hacedores con infinidad de propósitos y facultades que no ejercen, que tampoco son necesarias y que si lo fueran podrían colisionar con el propio Torre Tagle y los consulados peruanos en las ciudades fronterizas de nuestros vecinos limítrofes.
Recientemente, se ha dispuesto por sendas resoluciones del Ministerio de Relaciones Exteriores, la apertura de oficinas desconcentradas en Ayacucho y otras ciudades no fronterizas, lo que nos indujo a someramente estudiar el tema, con una primera aproximación en que pudiéramos considerar que las oficinas desconcentradas de Relaciones Exteriores, no serían necesarias, incluso las existentes en ciudades fronterizas.
No es fácil comprender el desplazamiento de diplomáticos peruanos al interior del país, para prácticamente no hacer nada o hacer muy poco o pretender ejecutar lo que nuestros cónsules fronterizos ya realizan, salvo que nos sobre personal en la Cancillería, lo que sería grave.
En adición consideramos que los recursos del Estado, generados por los impuestos que pagamos, no deberían distraerse en acciones innecesarias, pues tales oficinas desconcentradas requieren alquiler locales y viviendas para los jefes de las respectivas oficinas, entre muchos otros egresos.
Este debe ser un tema que debería ser reevaluado en Torre Tagle y fiscalizado por la Comisión de RR.EE. del Congreso.